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Joe se ganó su sello 30/9/2005

30 de Septiembre de 2005 | 00:00 |
Joe Vasconcellos se había declarado en paz hace dos años cuando decidió dejar a su antigua casa discográfica, aburrido de que lo trataran como un producto. Pero no le bastó con sólo pacificarse. Le faltaba emanciparse. Y lo hizo. Con su nuevo disco, Banzai, el cantante ya no depende de ningún sello ajeno. El futuro tiene otras incógnitas, pero Vasconcellos está libre de ataduras. Y de atados.

Joe Vasconcellos
David Ponce


Italia es el país donde Joe Vasconcellos pasó la mayor parte de su infancia, pero en 1972, a los doce años, él estaba en otra parte. En Japón. En un puerto llamado Kobe, próximo a Osaka. Y la primera vez que escuchó el nombre que acaba de elegir para titular su nuevo disco fue allí, cuando llegó con su madre a la inauguración de un barco en un astillero y escuchó en ese puerto un grito unánime entre los presentes: "¡Banzai!".

"Aparecieron por todos lados los operarios, los empleados, gritando ¡Banzai! ¡Banzai!, que es una celebración de un logro colectivo", explica este hijo de diplomático que pasó su infancia recorriendo el mundo junto a su padre. Y es justamente esa palabra la que le sirve al cantante para hablar de lo que ha vivido en el último tiempo. Porque con Banzai está terminando de liberar una música que concibió y grabó en los últimos tres años, justo mientras su carrera estaba trabada por el conflicto que tuvo con el sello EMI, porque la compañía usó su música para una campaña publicitaria en 2002 sin preguntarle y él no lo aceptó. Y quiso deshacer el contrato, pero no pudo porque quedaba un disco por editar.

Gracias a ese acuerdo contractual el cantante estaba atado de manos para editar su música, pero al mismo tiempo ya tenía dos discos en la cabeza. Uno en cada hemisferio, o casi. El primero que publicó fue En paz, en 2003. El otro es Banzai, el que empezó a componer primero, incluso antes del descalabro, junto al músico Pedro Melo y al productor argentino Guido Nisenson, pero que recién viene a aparecer ahora, aunque con una clara diferenciación. Es el primero que edita completamente bajo su propio sello, La Raíz. Es su liberación: "El banzai tiene eso. Es un grito de cuando lograste algo".


Por qué

Joe Vasconcellos se había declarado en paz en 2003, pero faltaba algo por resolver. No estaba totalmente pacificado. Lo que, en su caso, equivale a decir que no estaba completamente emancipado.

La historia se remonta a diez años atrás, un tiempo en que las condiciones eran otras. Cuando firmó contrato para grabar en 1995, el cantante lo hizo con el sello más importante en Chile en el momento. EMI estaba lanzando a una docena de grupos de rock, y Vasconcellos tenía un status aun más especial, porque era distinto. No era un nuevo rockero, sino un solista ya avezado. Llevaba seis años en Chile, tenía dos discos por cuenta propia y el nuevo paso era parte de un crecimiento natural. Como subir de segunda a primera división.

"Yo era un músico que quería hacer su trabajo. Y cuando hay un sello grande como ése, uno lo que quiere es decirle a la mamá Mira, mami, saqué un disco con este sello", explica. "No te das cuenta de lo que estás firmando. Y después es un proceso: vas aprendiendo las cosas que no te gustan".

Las cosas que no le gustaban estaban al acecho. Porque éste era el hombre que en 1979 había llegado a cantar en uno de los dos grupos pilares de la fusión chilena, Congreso, y que había compuesto para ellos el mayor himno de su historia, "Hijo del sol luminoso", con versos orgullosos como "Nuestro mundo ultraterreno que llevamos en el alma, no se vende, hermano mío, a la ciencia oficial".

Hacia fines de la década pasada Joe Vasconcellos se vendía muy bien. Nunca por debajo del disco de oro ni del de platino. Según cifras de la compañía, Toque (1995) alcanzó las 32 mil copias; Transformación (1997) llegó a 18 mil y el exitoso Vivo (1999) hizo cumbre con 140 mil discos vendidos. Fue la época en que Vasconcellos puso de moda las batucadas por todo Chile, volvió a impactar con "Hijo del sol luminoso", sonó en teleseries y fue lo mejor del Festival de Viña.

Pero todo cambió. El detalle del quiebre fue vulgar: usaron una canción suya en una casete de una promoción de EMI para una marca de detergente. Y escuchó cosas que no le gustaron. "No me gusta que me llamen producto. No me gusta decirle cortes a las canciones", explica. Fue entonces que comenzó una lucha por conseguir su liberación contractual, un pleito que finalmente terminó amagando el mejor impulso en la carrera del cantante, aunque en ese tiempo él se diera maña para grabar las bandas sonoras de las películas "Ogú y Mampato" y "Taxi para tres".

Del choque han quedados marcas. Los discos de los 90 pertenecen al sello, pero él empezó a cambiar esa situación con En paz, y hoy los derechos artísticos de Banzai son enteramente suyos. Ya no es 1995, y diez años más tarde la tendencia es exactamente opuesta a la de entonces: por absurdo que parezca, músicos importantes como Los Bunkers, Javiera & los Imposibles o Álvaro Henríquez están saliendo de los grandes sellos, no entrando a ellos, y Vasconcellos no es la excepción.

La emancipación también trae consigo las incógnitas. Vasconcellos sale a competir solo en una escena en la que, como signo preocupante, de una veintena de grandes conciertos anunciados para este mes justo fueron cancelados los dos que incluían a artistas chilenos. Pero el cantante tiene a su favor que su mayor popularidad ha sido la de hacer giras y tocar en vivo. Y las ventas de En paz también le permiten cierta tranquilidad. De ese disco vendió 42 mil copias. Está a cien mil unidades de distancia de un fenómeno como el de Vivo, pero no deja de ser la segunda mejor marca de su carrera.

"Después del temporal uno tiene una luz que tiene que seguir no más, es el faro de tu vida", dice. "Y para mí todo eso era parte de esta vida. Junto con esta cosa terrenal, bruta, fea, por otro lado estaban naciendo mis hijos, era un hombre dichoso, descubriendo la vida de nuevo. Entonces para mí no había lugar para sentimientos de negatividad. Me acuerdo de que el día en que nació mi hija yo me fui para la casa e hice la canción para la Teletón (en 2003). Es desgastante porque el tema da vuelta, pero bueno, ya pasó, es algo que superé. Es como la hepatitis. No puedo seguir hablando de la hepatitis toda mi vida. Tengo que cuidarme, pero ya me pasó".

En estos días, Vasconcellos está en medio de una gira de conciertos por teatros y bares de Nueva York, Chicago, Los Ángeles y San Francisco, que el cantante gestionó después de visitar Estados Unidos el año pasado. "Es un trabajo de hormiguita que estamos haciendo. No hemos tocado con Prince ni nada, pero está la audiencia interesada y hay un público latino y del mundo que es impresionante", dice. Es su primera gira por ese país, y además va dispuesto a hacer negocios entre La Raíz y sellos norteamericanos interesados en distribuir su música.

Vasconcellos trata de generar sus propias redes. Una de las canciones de Banzai, de hecho, habla de eso. Se llama "Los peces no gritan" y fue compuesta para la campaña contra la pesca de arrastre iniciada por la organización conservacionista Océana, que intenta crear conciencia sobre los efectos del uso de redes industriales en la pesca. "La pesca de arrastre son redes que van a muy grandes profundidades en el mar y a una velocidad inmensa, llevándose todo aunque sea para sacar puro langostino. Y si hay ballenas, lobos marinos o tiburones, todos quedan tan maltrechos que cuando los tiran al mar ya no sirven", dice, y es lo mismo que explica cada vez que toca esa canción en vivo. Y son las palabras de alguien que logró escapar de otras redes.

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