Gilberto Ponce
Brillante fue el cierre de la trigésimo cuarta Temporada de Conciertos de la Fundación Beethoven, tradicional ciclo que se desarrolla cada año en el Teatro Oriente de la capital.
Solistas y diferentes conjuntos de cámara de alto nivel dieron vida a éste, uno de sus más interesantes ciclos de los últimos años.
Por cierto, resonante fue el éxito de los Salzburg Chamber Soloists, que dirigidos por su concertino Lavard Skou-Larsen, entregaron un repertorio donde dejan en claro su extraordinaria versatilidad.
El conjunto, formado por 16 músicos, interpretó obras de Mozart, Mendelssohn, Bruckner y Bartók, siempre en el más certero estilo. Además, lució un afiatamiento, afinación y musicalidad ejemplares.
Del aún adolescente Felix Mendelssohn se escuchó primeramente su Sinfonía para cuerdas Nº 12 en Sol menor. En ella, ya fue posible notar los perfectos fraseos entre las diversas voces, así como la frescura juvenil de su autor. También su pudo vislumbrar al futuro genio en el lírico segundo movimiento.
Con sonido noble y aterciopelado y con elegante estilo fue entregada la Serenata para cuerdas en Do menor KV 406, de Wolfgang Amadeus Mozart. Destacaron las articulaciones y los arcos, con sus finales de frases cortos, pero no secos.
El "Menuetto in canone" fue llevado en un tempi casi alado, y siempre expresivo. El cuarto movimiento, Allegro, que es un tema con variaciones, fue interpretado con jubilosa energía. En él no estuvo ausente el humor, en las cortas alusiones a melodías de "Così fan tutte" del mismo autor.
Tarea nada fácil es llevar a conjunto de cámara las monumentales obras de Anton Bruckner, pues su lenguaje post romántico parece ser más afín a las grandes masas orquestales.
En el caso del "Adagio" en Mi menor, y a pesar de conservar todas las características propias de su autor, los visitantes acertaron en cuanto a estilo e intencionalidad, sin obviar la profundidad expresiva. Fundamental en este cometido fue la comunicación existente entre cada uno de los integrantes, a través de sutiles gestos.
Para el final, contrastes dinámicos y de tempo, un acercamiento al mundo popular de las danzas húngaras, donde con maestría se utilizan todas las posibilidades de las cuerdas. Así fue lo escuchado en el "Divertimento para Cuerdas" de Béla Bartók.
Sin desmerecer ningún aspecto, quisiéramos destacar las sutilezas del Adagio que desde el pianísimo en sordina hasta el forte, le otorgaron un sentido dolido, misterioso y expresivo.
En el movimiento final, con fragmentos a cargo del concertino, solo confirmó las virtudes de este joven conjunto, que vino a cerrar de gran forma esta temporada de la Fundación Beethoven.
Dos contrastantes encores fueron su respuesta a las ovaciones de público.