Rap suburbano de Londres, electrónica chocante de Nueva York y música para sobrevolar esos y otros sitios fueron los puntos altos de la primera jornada del festival SUE.
David Ponce.
No alcanza a haber mil personas esta noche en el Estadio Víctor Jara, en un festival anunciado primero para un recinto de masas como el Espacio Riesco y luego trasladado a este lugar con capacidad paras unos seis mil asistentes. Ahora hay poco más de ochocientos, y sin embargo no es un contrasentido, porque el inicio del festival SUE va a tener un sabor underground.
Es viernes 28 de octubre y apenas se apagan las luces de la primera jornada aparece sobre el escenario Dizzee Rascal, un hombre que a sus veinte años ya sabe lo que es tocar para un público granado porque así es como empezó a mostrar su talento hace más de dos años, en el circuito subterráneo de Londres. Su visita a Santiago marca un interesante contraste entre su rol de telonero de este festival y su carácter de superestrella en la escena hip-hop inglesa.
El personal es simple. Dizzee Rascal y su partner Scope son los raperos al frente, DJ Wonder está al fondo en las bases y tornamesas, y un amigo a cargo de grabar en video el espectáculo aparece cada tanto. No hace falta más para dejar sentado desde el comienzo que aquí no habrá nada del dorado bañado en lentejuelas del que se jacta el más industrial hip-hop estadounidense. El rapero que se mueve como una pantera ahí al frente se jacta más bien de ser, literalmente, un rascal, y se pone a rimar en "Jezebel" sobre la vida suburbana londinense mietras DJ Wonder echa al ruedo bases de sabor jamaicano y asiático.
Una buena pronunciación vale tanto como una corporación, y la dupla entre Rascal y Scope lo prueba desde el inicio, cuando ambos agitan sus lenguas a capela en alta velocidad y alta definición. Afro, inglés y popular son los atributos que marcan esa pronunciación fuerte y enérgica. "Puedo estar al otro lado del océano / Puedo estar en Wembley calentando el ambiente para Jay Z", rima Rascal en "Learn", y es cierto. Por eso que esté calentando el ambiente en Santiago de Chile es el mejor comienzo para este espectáculo.
El contraste llega con Brazilian Girls, un buen nombre para el grupo más variado del cartel. Son el baterista Aaron Johnston y el bajista Jesse Murphy, estadounidenses; el tecladista argentino Didi Gutman y la cantante Sabina Sciubba, nacida en Roma y criada en Francia, Alemania y Nueva York. Y tal como su mezcla de pasaportes es su mezcla musical. Reggae, electrónica y cabaret a la francesa, todo bien pronunciado por la cantante, son parte de la receta del grupo, incluida una llamativa versión para el “Poema 15” de Pablo Neruda. Pero aquí al menos son más una fórmula que un grupo en vivo, salvo para mucho hombre seducido por la, comillas, despampanante y, comillas, exquisita cantante. Seguro que el grupo tampoco recordará este como el concierto de sus vidas.
Todo lo que no logra la variedad de Brazilian Girls lo conseguirá la actitud de Fischerspooner. Lo más neoyorquino del elenco, el grupo sale a escena a poner en juego un sentido del espectáculo patente desde en las extravagantes batas del cantante Casey Spooner hasta en su cintillo dorado a lo emperador romano. Si el disco #1 (2002) tiene una fuerte base electrónica, el reciente Oddisey (2005) ya los ha transmutado en una banda de rock y performance, al extremo de que a Chile sólo viene Spooner con su banda de rock de estimulante sonido ochentero. Warren Fischer, su socio, no es parte de la gira. Y no hace falta: el cantante demuestra su escandalosa vocación escénica con constantes contorsiones y en el momento cúlmine del show, cuando lincha verbalmente a palabrotas a un descerebrado que le lanza una botella plástica al escenario. Shocking.
Con paz y amor al cierre, basta que el grupo inglés Morcheeba pise el escenario para que un aroma de finas hierbas se apodere del lugar. En honor a la verdad la formación tampoco es completa, porque de los hermanos Paul y Ross Godfrey, que lideran al grupo, sólo está presente en esta gira Ross, a cargo de la guitarra y al comando de un grupo que además incluye a un pianista, un bajista, un baterista y un DJ. Pero Morcheeba acaba de demostrar justo en este año que es algo más que la suma de sus partes, y la prueba aparece en este minuto en el escenario, se llama Jodie Sternberg y es la nueva cantante del grupo.
Jodie es la tercera cantante después de Skye Edwards, que grabó los primeros cuatro discos del grupo entre 1996 y 2002, y de Daisy Martey, cuya voz consta en el reciente The antidote (2005) y que luego de ese álbum ha dejado a Morcheeba. Y la nueva vocalista hace serios méritos con quedarse en el puesto. Llega a escena con una flauta traversa, durante el show también tocará el saxofón, mostrará una voz segura y sugerente para estas canciones y se ganará a la audiencia con un carácter amable como pocos. El resto de Morcheeba hace bien su trabajo. Con éxitos del disco Big calm como “Parts of the process” traen de vuelta el esplendor del trip-hop, dedican "Moog island", la primera canción de su primer disco, a Víctor Jara y "a todos los músicos que fueron perseguidos" y cuando tocan uno de sus mayores hits, "By the sea", el guitarrista la dedica a Claudio Parra, el pianista de Los Jaivas, que es lejos el grupo favorito de Godfrey en nuestro país. Termina el show y lo de Morcheeba con Chile es amor a primera oida. Lo del día siguiente en el festival va a ser desenfreno.