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Francisco González:
"En Lucybell no estaba feliz" 2/11/2005

02 de Noviembre de 2005 | 00:00 |
Desvinculado este año de su grupo, el músico planea dos discos futuros y deja atrás un pasado de tensiones. "No quiero trabajar con la presión que teníamos en Lucybell", explica, mientras presenta en vivo su música electrónica y prepara el estreno de un álbum de canciones. ¿La batería? "La vendí", sonríe.

Francisco González
Francisco González presenta en vivo su disco Óvalo el jueves 3 en Matucana 100.
David Ponce


Algo quedó inconcluso cuando Lucybell partió a establecerse hace dos años a Los Angeles, California. El baterista Francisco González sólo pudo tocar una vez en vivo su primer disco personal, Óvalo (2001), en un lanzamiento en el Cine Arte Alameda. Pero el músico tuvo paciencia y en 2005 tomó una decisión determinante en su vida: después de catorce años dejó al grupo que fundó en 1991 junto a Claudio Valenzuela (voz y guitarra), Gabriel Vigliensoni (teclados) y Marcelo Muñoz (bajo) y con el que grabó los discos Peces (1995), Viajar (1996), Lucybell (1998), Amanece (2000), Sesión futura (2001) y Lúmina (2003). Entre otras cosas, en estos días ha retomado esa tarea pendiente y, a tres años de distancia, ha vuelto a tocar la música de Óvalo en vivo.

–¿Cómo suena ahora el disco?
"Lo desmenucé entero. Retomé cosas nuevas que estoy mostrando en los conciertos, agrego melodías, me encanta almacenar sonidos externos y mezclarlos. Pasaron dos, tres años, suena distinto, sabe distinto, tiene otra actitud", dice, y además cuenta con la compañía ocasional en vivo de Silvio Paredes, músico de Electrodomésticos y de los Mismos. "Fui a ver a los Mismos poco después de llegar. Me encanta lo que hacen y me gustó mucho lo nuevo que están tocando".

–¿Ver a los Mismos fue reencontrarte con Gabriel Vigliensoni, además?
"Sí. Y se me había olvidado lo que se mueve en el escenario", sonríe.

–Y ahora vas a tocar en Matucana 100, donde Marcelo Muñoz trabaja como gestor cultural.
"Sí. Es un amigo que ha ido creciendo y me da gusto ver que está bien. Es interesante verlo bajo otro punto de vista. Todos estamos más grandes, todos hemos cambiado", dice Francisco González. Aunque es el suyo el más drástico de esos cambios.


Lucybell en la mochila

"Me planteé desde que me fui de Lucybell dos proyectos", ordena. "Uno es Óvalo, inmediato: retomar un disco que no pude presentar porque me tuve que ir y me pasé tres años viviendo allá. Y lo otro es un disco de canciones que estoy trabajando desde antes de Lúmina. He ido compilando y debo tener unas treinta canciones. Y tengo que seguir trabajando".

–¿En qué eres más autocrítico, en la música electrónica o en las canciones?
"En las dos. Puede ser que en la electrónica sea más libre, porque sentarse en la casa y empezar a trabajar con sonido es como tener una pintura. Una canción necesariamente tiene que emocionar, porque vengo de ese lado. La frase y la palabra deben ser las correctas y trasmitir lo que quiero decir".

–Estás hablando sobre todo de las letras.
"En este disco la letra va a ser esencial. Hay ciertas letras que he trabajado muy rápido, que surgen del momento, y otras toman más tiempo. Pero he descubierto que no tiene que pasar mucho tiempo, para que estén frescas".

–¿Por qué van a ser tan importantes? ¿Tienen alguna unidad, hay un tema común, el momento actual?
"Eso sí. Tiene que ver con que creo que este último año ha sido tremendo... el piso de mi vida se movió para todas partes. No sé si tuvo que ver el año del Mono o...".

–Tuvo que ver con tu decisión, ¿no?
"Con eso, con mi regreso a Santiago, falleció mi madre. Son cosas que calan fuerte. Decidí irme de un proyecto de catorce años. Un proyecto donde puedo mirar mi vida y los discos y mis compañeros y de pronto todo eso desapareció, y estoy en otro lugar, de regreso en Santiago, con todo lo que me pasó en Los Angeles. Tiene que ver finalmente con mirarse, aceptar que hay un montón de cosas que están ahí y hablar sobre eso. No podría haber tenido esta amplitud de querer hacer un disco de canciones y un disco electrónico hace cuatro años atrás".

–¿En qué estabas hace cuatro años atrás?
"Estaba haciendo Amanece y Sesión (futura). Mi cabeza estaba puesta en otra cosa".

–¿Es difícil explicar por qué alguien deja un grupo de catorce años, que está activo y se está yendo a otro país?
"En mi vida siempre he tomado decisiones respecto de lo que quiero hacer. Porque era mi proyecto de vida hacer una banda, es lo que siempre quise hacer. En el fondo decidí que la banda se fuera a Los Angeles porque me parecía que ya era el momento, porque si seguíamos en Santiago el grupo se iba a autoaniquilar".

–¿Tú lo decidiste? ¿No fue una decisión compartida?
"Fue compartida, pero en el fondo fue Creo que esto es lo que hay que hacer".

–¿Impulsada por ti?
"Sí. Háganme caso, sigan mi intuición. Siempre sentí que al interior de la banda era el corazón bombeador de energía. Por algo ese impulso de irse a Los Angeles. Lo que yo quería hacer era vivir en Los Angeles. Qué mejor que hacerlo con la banda. Si lo hicimos en Santiago, por qué no lo íbamos a hacer allá. Y empezamos a ver buenos resultados".

–¿Y no te sientes ahora como el capitán Araya?
Se ríe y luego hace una pausa. "No sé, las decisiones que ellos tomen, regresen a Santiago, se queden acá, vayan donde vayan, ya no dependen de mí. A lo que voy es que Lucybell, a los dieciocho años, era un sueño. Y de a poco lo fui viviendo, en un momento estaba pasando, era la vida real. Hace cuatro años empecé a trabajar en Óvalo y me quedó el sabor de trabajar en solitario y de tomar mis propias decisiones y no las que se toman en un grupo. Estar en un grupo es respirar todos por la misma válvula, me guste o no me guste. Hoy día ya no quiero respirar más por la misma válvula, necesito otro aire, regenerarme otras cosas. Si hubiera seguido cinco meses más, un año más, las tensiones se hubieran visto más acentuadas. Y quizás en qué hubiéramos terminado".

–¿Y qué es lo que realmente te cansó? ¿Cuál es el lado no amable?
"(Pausa) La rutina, puede ser. Los catorce años que tenía en una mochila, pesados".

–Pero a cambio estaba la seguridad.
"Seguro, pero qué riesgo hay en eso. En Lucybell tenía las luces, tenía el flash, tenía todo. Y sin embargo no estaba feliz. No estaba contento. Había cosas que me pareció que no... Decisiones con las que no estuve de acuerdo. Vicios que tienen que ver con catorce años de relación. Tensiones que espiritualmente, mentalmente, no necesito en mi vida. Me salgo de eso".

–¿Quieres hablar de cuáles son esas tensiones o decisiones que no compartías?
"(Pausa) Difícil. Mira, sabes que tengo algo muy claro. Que por eso estoy tan tranquilo y tengo todo en paz. En el teatro y en la música es usual que se diga que cuando se cierra el telón quedan las personas. Ya no el cantante, ni el baterista ni los músicos, sino las personas. Yo sé quién es quién en ese grupo. Sé qué personas estuvieron ahí, cuáles son los roles que tuvieron y qué decisiones se tomaron. Yo con eso quedo en paz. Hice seis discos, creo que me fui en el momento más alto de Lucybell, creo que hay un legado. De un proyecto inexistente hicimos un producto, una marca, y creo que va a depender de ellos lo que sigan haciendo, las decisiones que tomen".

–¿Aparte es una lata hablar de algo que ya no es parte de tu vida? Es como Gustavo Cerati, que toda la vida le van a preguntar cuándo se junta Soda Stereo.
"Sí, pero en general todo el mundo me pregunta si me molesta hablar de Lucybell, y cómo me va a molestar algo que todavía se me hincha el corazón: fue algo que logré, que logramos todos, no puedo negarlo ni dejar de admirar lo que hicimos. Todos los días hay gente que me habla de la banda, por los conciertos, por una canción. Entonces es maravilloso, ahora que regresé, estar más en contacto con esto. En Los Angeles, que es más frío, me podía olvidar dos o tres semanas de Lucybell sin que nadie me lo recordara".

–Venir a Chile con Lucybell era un furor en los últimos años.
"Sí. Pero la decisión no tiene que ver con cariño, con respeto, con las canciones, con el acto de hacer música con mis compañeros. Tiene que ver con que a mí se me acabó el amor por... quizás Gabriel (Vigliensoni, el tecladista original del grupo) y Marcelo (Muñoz, el bajista original) también se fueron por lo mismo", dice y sonríe. "Say no more".

–Una última pregunta sobre Lucybell. ¿Cómo defines tu relación actual con Claudio Valenzuela y con Eduardo Caces? ¿Son amigos todavía?
"(Pausa) Creo que va a pasar harto tiempo para que la relación mejore. Sin embargo está basada en el respeto. Estuve ahora en Los Angeles, hace dos, tres semanas atrás, y nos vimos y conversamos un rato. El cariño y el respeto siempre van a existir. Las diferencias personales son algo que el tiempo va a ir solucionando".


Adiós, batería

Terminar de escribir canciones en diciembre, grabar en enero y febrero y publicar un disco entre abril y mayo de 2006 son los planes preliminares de Francisco González. "He recibido ofertas para seguir dando conciertos, pero no quiero distraerme del proceso de trabajar todos los días en el disco de canciones".

–¿Tus canciones nuevas van por el lado de las que pusiste en el último disco del grupo?
"Yo siento que es la maduración de eso. Veo para atrás, veo los temas de Lúmina... y creo que me gusta más esto".

–¿Entonces entiendes las críticas que hubo a tus canciones en ese tiempo?
"Recuerdo que eran más que nada después de los primeros conciertos: la voz, la comparación con Claudio, qué extraño que deje la batería, que éste qué se cree... Como dicen los gringos, I don’t give a shit ("me importa una mierda"). Siento que fui puliendo, entendiendo más el rol. Me encanta probar cosas nuevas y aprender del proceso. Aprendí en esos dos años después de Lúmina a plantearme frente a diez mil, quince mil, veinte mil personas, y no es algo que alguien me haya enseñado. Me vi en el Festival de Viña (donde el grupo tocó en 2003) y me sentí bien de lo que hice, orgulloso de que mejoré. Y desde ese día hasta hoy día he mejorado más todavía. Sigo caminando".

–¿Por qué tomó cuerpo primero la música electrónica que las canciones?
"Porque no quiero poner presión al disco. No quiero trabajar con la presión con la que trabajábamos en Lucybell, donde había que cumplir con los deals (planes) de la compañía. No quiero más de eso. Quiero hacer mi primer álbum tranquilamente".

–¿Y tocar en vivo cómo entra en ese esquema?
"Lo que voy a hacer es ensayar harto. Y una vez que esté listo salir a presentarlo".

–¿Hay alguien con quien quieras grabar ese disco, o vas a hacerlo solo?
"Inicialmente tengo la idea de grabar prácticamente todo. Me paseé catorce años del bajo a las máquinas, los teclados, las guitarras, el piano. Pero estoy trabajando con Adam Moseley, el mismo ingeniero de Lúmina, que ya es un amigo. Él tiene una visión de músico que no todos los ingenieros con los que he trabajado".

–¿Cómo te imaginas tocando estas canciones en vivo? ¿Vas a tocar batería?
"Noo...".

–¿No vas a echarla de menos? ¿Después de catorce años qué te pasa con la batería?
"La vendí", sonríe. "En L.A.".

–¿En serio? Simbólico, ¿o no?
"Seguro, pero no sé si fue muy emotivo. Fue re frío, digamos. En la grabación yo creo que sí voy a tocar batería, por la exigencia. Suena autoindulgente, pero creo que no hay alguien mejor que yo para grabar mis propias canciones desde ese lado de la música".

–¿Qué bateristas chilenos te gustan?
"Los antiguos son los que más destaco, como Mauricio (Clavería), de La Ley, como el Pancho (Molina), de Los Tres".

–¿Y cómo ha sido volver, qué diferencias encuentras en Chile?
"Lo veo más activo. Si quiero hacer algo un martes hay cosas que pasan. Ayer (martes) tocó Saiko a las nueve de la noche. Por Vero (su esposa, Verónica Calabi, conductora del canal de música por cable Vía X) me estoy enterando de todos los proyectos de música nuevos que van a su programa, y hay cantidad de grupos, no haciendo el trabajo que nosotros hicimos antes, sino haciéndolo independientemente, como ellos quieren. Hablaba el otro día con Alamedas (el nuevo grupo liderado por Alejandro Gómez, cantante de los disueltos Solar y contemporáneo de Lucybell) y me decían que quieren hacer otro disco ya. Y le decía que acaban de sacar uno. Lo mismo pasa con Leo Quinteros. Qué bueno que ya no hay la obediencia a una compañía. Es ‘quiero hacer esto y lo hago’. También veo mucha agresividad en general. No sé si antes no era muy consciente o si algo está pasando, pero me he convertido en más observador que antes, y no me agrada ver tanta violencia en el metro, en las calles".

–¿En qué se nota?
"Hay poca tolerancia, mucha envidia en general. Me ha tocado ver mucha gente en la calle peleándose de auto a auto, o gritándose cosas entre peatones. Siempre me ha parecido que tenemos una estrechez en la sociabilidad. A veces pienso si eso tiene que ver con todos esos años en que nos pusieron el pie encima. Faltan más colores, falta atreverse a hacer cosas. Conozco a escritores, a poetas, a músicos, que piensan que lo suyo no es tan bueno. Si algo aprendí allá (en Los Angeles) es que a todos les importa dos carajos si lo que hacen va a gustar o no: lo hacen. Eso es algo que quiero valorar".