Marcelo Contreras
Luis Miguel puede ser el rey de la canción latina, pero anoche Ricky Martin demostró que ese reino no es suficiente. Él desea al mundo y en directo, ordena sus fichas para atacar, conquistar y rendir a la audiencia. Después de una década de ausencia de Chile, el crecimiento del puertorriqueño no es sólo un asunto mediático. Ricky Martin ha educado su voz y su concepto escénico a tal punto, que su número es de lo mejor que la industria puede ofrecer: dos pantallas de gran resolución y proyecciones en todo el escenario, que acaparan hasta el techo. La imaginería visual se pasea por la estética nipona. Si antes su melena era su mayor recurso gestual, hoy es capaz de ensayar pasos de capoeira. Entonces, vale. El reinado latino tiene monarca. Pero un verdadero emperador musical es capaz de cruzar latitudes. Ricky Martin es el nombre definitivo del crossover.
