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Jean-Luc Ponty provoca éxtasis absoluto 20/1/2005

21 de Enero de 2006 | 18:11 |
Íñigo Díaz

Lo primero necesario de consignar en casos como éste es el gusto infalible del público chileno por el jazz fusión.

Para ellos, los revivals podrían eternizarse porque sus estrellas máximas son las mismas que hace dos décadas llegaron a los megaconciertos de la casa de una marca de cigarrillos: Chick Corea, Billy Cobham, Jeff Berlin, Yellowjackets. También alguien como Jean-Luc Ponty.

El violinista francés entra al escenario y no saluda de mano a ningún director de orquesta, porque él mismo -además de ser el concertino- es el director. Gira sobre su eje para mirar a los ojos a los cuatro músicos, envía sus instrucciones con un subir y bajar de cejas y produce quiebres musicales milimétricos que ponen a la audiencia eufórica. Es la mejor interpretación de la suite setentera "Imaginary voyage".

"¡Tómese su tiempo, gurú!", le gritan cuando Ponty abre un paréntesis para presentar las composiciones de su último disco, Life enigma, en la apertura de las tres noches del Festival Providencia Jazz. Para el fuero interno del francés, la esencia de su obra ha cambiado, pero para quien está en la butaca lo sustantivo sigue intacto: velocismo atlético para sorprender, melodismo inofensivo para conmover. Y de comienzo a fin todas esas sonoridades sintéticas y un desbordante despliegue técnico en su violín electroacústico de cinco cuerdas y en su magnífica banda mitad francesa mitad africana.

Incluso la imaginería espacial sigue ahí aún: antes era "Wandering on the Milky Way", ahora es "Signals from the planet Earth", composiciones que tienen 25 años de diferencia en la partitura.

Ponty dispone su instrumento como si fuera un guitarrista y ejecuta una pieza maestra únicamente a través de pizzicatos. Se llama "Pizzy cat". Después borra de la vista del ojo humano el arco del violín fracturado en todos los ángulos posibles, tocando miles de notas sin repetir ni equivocarse y a la velocidad de la luz.

El público se levanta de sus asientos. El éxtasis es absoluto. Seguramente muchos asistentes también estuvieron en el show de 1988 ofrecido por el francés.

Si alguna vez existiera una Orquesta Sinfónica Interplanetaria Eléctrica, tampoco cabrían dudas: Jean-Luc Ponty sería su primer violín.
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