Por primera vez en Chile, la banda metalera mexicana hizo una actuación explosiva el pasado 31 de enero en La Cúpula del Parque O‘Higgins en la capital.
Marcelo Contreras
Caldeado es una palabra que sirve pero, la verdad, resulta mezquina. Infernal es otra y funciona mejor, muchísimo mejor, para describir lo del miércoles 31 de enero en La Cúpula del Parque O‘Higgins con la atiborrada presentación de Brujería, uno de los más grandes misterios del
death metal. Una leyenda de origen difuso -nunca se ha sabido con certeza quiénes son sus miembros-, que se alimenta en torno a su líder Juan Brujo, panzón impúdico que cubre su rostro con una pañoleta a la usanza del ejército zapatista.
Lo de la identidad incierta es sólo uno de los ingredientes para una banda única, dueña de un sentido del humor particular y ajeno a la vez a la seriedad mortal que reviste a las expresiones más extremas del metal. Es imposible tomar en serio la incorrección política de Brujería. Su lírica es una permanente alegoría a los excesos de todo tipo. El efecto que provocan en la audiencia es definitivamente liberador. Con la excepción del fiero reclamo que entonó parte del público cuando el audio del sector izquierdo se cayó por un par de temas -gesto recomendable para futuras audiencias, porque el grito fue atendido-, La Cúpula se entregó feliz a la fantasía proclamada por Juan Brujo. Un mundo donde los malos son los héroes y la revolución total un fin inclaudicable a costa de fuego y sangre.
