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Korsakova y Del Pino deslumbrantes con la Sinfónica 3/4/2006

10 de Abril de 2006 | 12:26 |
Gilberto Ponce

Los sutiles golpes del timbal con los que se inicia el Concierto para violín y orquesta de Ludwig van Beethoven fueron el presagio de una memorable jornada, vivida en el segundo de los conciertos de despedida de David del Pino frente a la Sinfónica.

Si como acompañantes del concierto de Brahms, la semana pasada, el sonido de la orquesta fue áspero y duro, en esta oportunidad nos encontramos ante una orquesta en el más alto nivel.

Natasha Korsakova añade a su natural belleza una musicalidad y una técnica deslumbrantes, que se traducen en un sonido que va desde lo pastoso a lo brillante, con articulaciones y fraseos que acentúan los valores de la obra.

El enfoque interpretativo mostró la obra en el punto de transición entre lo clásico y romántico, secundada ajustadamente por Del Pino y la orquesta, consiguiendo una unidad de diálogos entre solista y orquesta pocas veces lograda.

A la pureza o fuerza de una frase del violín, escuchamos siempre una adecuada respuesta instrumental, con un director que veló en todo momento por los equilibrios sonoros. Las intervenciones de los instrumentos de la orquesta como solistas fueron en todo momento del mejor nivel, en particular en el sereno y dramático segundo movimiento.

El carácter casi chispeante del tercer movimiento sólo confirmó todos los valores mostrados, con énfasis en los cambios dinámicos.

Un capítulo aparte lo fueron las "codas", en las que la Korsakova dio amplias muestras de su maestría.

Los atronadores y largos aplausos, llevaron a la solista a entregar como encore un movimiento de una sonata contemporánea, que es un exhaustivo catálogo de dificultades técnicas y musicales, brillantemente resueltas por la visitante.

Con Del Pino a sus anchas y en una contundente muestra de sus condiciones como director, cerró el concierto con obras de Manuel de Falla e Igor Stravinsky. En ambas la orquesta consiguió los más altos resultados, en cuanto a sonido, afinación, musicalidad y comunión con su director. La agrupación realizó acentos, cambios rítmicos y dinámicos, con máximo cuidado en seguir los gestos del director, en pos de un óptimo resultado.

Las Tres Danzas de "El sombrero de tres picos" de Manuel de Falla se entregaron con un refinado sentido popular, resaltando el contraste entre lo melifluo y lo concreto.

El la Suite del "Pájaro de Fuego", de Stravinsky, además del brillante resultado, debemos alabar las intervenciones de los numerosos y diversos instrumentos solistas, cuyos resultados sólo los podemos considerar de excelentes.

Los auditores fuimos transportados desde la misteriosa "Introducción", hasta la furia de la "Danza infernal de Katschei", llegando a una muy lograda transición hacia la "Canción de Cuna", concluyendo en el imponente "Final", que logró ovaciones de un público que se felicitaba de escuchar a una orquesta y director en ese nivel: Del Pino y la Orquesta Sinfónica en una memorable tarde.
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