EMOLTV

Festival Mozart 13/4/2006

20 de Abril de 2006 | 19:14 |
Gilberto Ponce

En el año que el mundo dedica a la conmemoración de los 250 años del natalicio de Wolfgang Amadeus Mozart, la Orquesta Sinfónica de Chile inició los homenajes de la agrupación con este programa, el 7 y 8 de abril, que incluyó dos de las más hermosas obras del autor.

La notable Sinfonía Concertante para Violín, Viola y Orquesta es una obra de gran exigencia y riqueza melódica, en la que es preciso mantener los equilibrios sonoros entre la orquesta y los solistas. Se debe además perfilar muy bien los timbres de violín y viola, sacando a relucir la riqueza de los diálogos entre ambos instrumentos y sus interacciones con la orquesta.

Los concertinos Héctor Viveros y Alberto Dourthé fueron los solistas, destacándose el debut de Dourthé como solista de viola.

La perfecta sintonía entre ambos, producto de su constante trabajo junto a la orquesta, nos presentó una importante versión de la obra. Al sonido puro del violín de Viveros, se contraponía el pastoso y cálido de la viola de Dourthé, con fraseos y articulaciones que revelaron el total dominio sobre la partitura.

Es destacable la aproximación de los solistas al estilo mozartiano, cuidando siempre de la expresividad.

El acompañamiento de Del Pino y la Sinfónica fue cuidadoso y particularmente bueno en el expresivamente sombrío segundo movimiento, así como en el carácter y estilo del tercero, sin duda el más logrado en el rendimiento de la orquesta.

Mucho ha sido lo escrito sobre el "Réquiem", una de la obras más célebres de toda la historia de la música, y sin duda una de las más bellas de toda la literatura musical.

Se ha indagado sobre las circunstancias de su encargo, sobre el porqué no fue terminado, sobre la autenticidad de las partes de quienes, por encargo de la esposa de Mozart lo concluyeron, sobre la instrumentación, en fin, mucha literatura que en nada aporta o disminuye la admiración que, desde su estreno, la obra ha provocado.

En ella encontramos no sólo un profundo sentido religioso, que se refleja muy bien en la relación texto música, sino además una suerte de indagación o primeros pasos en el período romántico, al borde de iniciarse en 1791.

La soprano Claudia Pereira, junto a la contralto Claudia Godoy, el tenor Iván Rodríguez y el barítono Patricio Sabaté fueron los solistas en esta oportunidad, contando además con la participación del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, preparado por Hugo Villarroel.

La versión que nos entregó David del Pino fue de una extraordinaria pulcritud, logrando de cada uno de los intérpretes un rendimiento sobresaliente. No obstante, pensamos que en busca de la belleza sonora, la obra perdió algo de su esencia religiosa y en ciertos momentos también fuerza. Esta apreciación no desmerece en nada la versión, pues se trata del enfoque que Del Pino tiene de la misma, y en este sentido fue un logro notable.

El director consiguió de la orquesta afinación y sonido impecables, fraseos y articulaciones sorprendentes, hermoso y noble sonido en los fragmentos de instrumentos solistas, como asimismo una gran atención a cada una de sus precisas indicaciones.

El coro, que en esta obra es un protagonista de inicio a fin, mostró una sobresaliente preparación, con excelente afinación y gran forma vocal, aunque nos habría gustado una mayor fuerza en ciertos momentos, pero tal como dijimos era la respuesta a las indicaciones del maestro.

Recordamos la claridad de líneas de las fugas del "Kyrie" y del cum Sanctis, los contrastes del "Confutatis" con el conmovedor voca me del coro femenino, la fuerza del "Rex tremendae", la progresión musical en el "Lacrimosa", y la expresividad del "Agnus Dei", sin duda el momento más expresivo de la versión.

En cuanto a los solistas, nos habría gustado que a la bella voz de la soprano se agregara una dicción más clara y un enfoque más expresivo, tal como cantó el "Benedictus", su parte más lograda. Claudia Godoy posee un hermoso timbre, que puso al servicio de sus breves partes con expresividad. Con un timbre claro y canto muy expresivo se mostró el casi debutante Iván Rodríguez, quien de seguir perfeccionándose, puede llegar a ser un importante solista.

El "Tuba mirum" es el momento para el barítono, aquí encontramos al experimentado Patricio Sabaté, (muy bien acompañado por el trombón solista), en gran forma, cantando con soltura y expresividad, marcando la pauta para las entradas del resto de los solistas.

En síntesis, un gran concierto, dirigido por un gran maestro que de esta forma se está despidiendo del conjunto, al que ha llevado a grandes alturas.