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Brillante regreso

04 de Julio de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce

Continuando con la Temporada 2006 de la Fundación Beethoven en el Teatro Oriente, escuchamos al Cuarteto Fauré de Alemania, en un retorno esperado desde su recordada actuación de 2003 en el mismo recinto.

La agrupación formada por Dirk Mommertz (piano), Erika Geldsetzer (violín), Sascha Frömbling (viola) y Konstantin Heidrich (violonchelo); es un conjunto que se destaca por una gran musicalidad, un notable afiatamiento y una certera aproximación estilística, producto sin duda del trabajo que llevan realizando desde hace más de diez años.

En el programa que ofrecieron pudimos escuchar obras de Wolfgang Amadeus Mozart, Richard Strauss y Robert Schumann, que les permitieron mostrar toda su capacidad interpretativa.

El Cuarteto Nº 1 en Sol menor K. 478 de Mozart dio inicio a una memorable velada. Ya en el primer movimiento quedó en evidencia el perfecto balance y la pureza para destacar las líneas melódicas, en una obra donde el genio de Salzburgo anticipa algunos elementos propios del Romanticismo. Su segunda parte, con su entrañable tema que nos recuerda los nocturnos para orquesta del mismo Mozart, fue vertido con exquisita sensibilidad, donde quisiéramos destacar las articulaciones que resaltaron la belleza del mismo.

El movimiento final, Rondó- Allegro, tiene un carácter jubiloso y expresivo, que se manifiesta en juegos de contrastes dinámicos, los que fueron brillantemente resueltos por los visitantes.

Con una obra prácticamente desconocida en nuestros escenarios continuó el programa. Se trata del Cuarteto en Do menor Op.13 de Richard Strauss, obra temprana de indudable estilo romántico, en la que apenas se atisban algunas de los giros que caracterizarán más tarde al compositor alemán.

La oscura introducción que antecede al Allegro del primer movimiento, que no por su carácter deja de ser sombrío, anticipó la compenetración que los visitantes tienen con la obra. El Presto que ocupa el segundo movimiento se destacó por el carácter, la precisión de articulaciones y fraseos, los notables y súbitos cambios dinámicos, sus violentos contrastes rítmicos, que causaron la admiración del público.

El tercer tiempo les hizo resaltar el carácter lírico y sutil que éste posee, con sus temas amplios y expresivos. En esta parte es donde mejor se anticipan las características posteriores del autor. El cuarto solo ratificó las bondades mostradas por los visitantes.

El hermoso Cuarteto en Mi bemol mayor Op.47 de Robert Schumann dio por cerrado el programa. Esta obra representativa de lo más puro del romanticismo, permite en ciertos momentos tener a cada instrumentista su momento de gloria, pues el autor les concede largas frases de lucimiento.

El primer movimiento, con su equilibrio temático, obliga a sus intérpretes a un balance sonoro que en este caso fue estupendamente resuelto. El segundo movimiento, Scherzo, que es casi un movimiento perpetuo, les obliga a una levedad en las figuras más rápidas, que sólo provoca admiración.

El tercero, Andante, nos lleva al mundo del Lied, dando la oportunidad a cada solista a mostrar lo mejor de sus capacidades expresivas. Aquí debemos destacar la elegancia en el traspaso de las líneas melódicas, que concluyen en un ensoñado final.

El cuarto y final de los movimientos, les convirtió en un solo instrumento, por la perfección sonora e interpretativa, con una expresividad del mejor nivel.
Ante un público que se negaba a abandonar el teatro, ofrecieron dos encore: un exquisito movimiento de un cuarteto de Mendelsohnn, de inaudita perfección, y para resaltar su versatilidad terminaron con un fragmento de Piazzolla, tocado en perfecto estilo, entre clásico y popular.

¿Vale la pena mencionar los leves deslices del pianista en la primera parte? Sin duda, eso nos ayuda a entender mejor su calidad, pues en nada hizo disminuir la excelencia de su presentación.
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