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El debut del director polaco

18 de Julio de 2006 | 13:44 |
Gilberto Ponce

Muy auspiciosa resultó la primera jornada de la Temporada Internacional 2006 de la Orquesta Sinfónica de Chile en el Teatro de la Plaza Baquedano. Lo decimos no sólo por lo interesante del programa —que mezcló de manera equilibrada obras contemporáneas con otras de gran gusto para el público— sino por la oportunidad de apreciar la calidad de dos figuras. Un prometedor y joven director polaco de tan solo 32 años, Michal Nesterowicz, y un solista en violonchelo de musicalidad y profesionalismo, Celso López.

Ante una sala repleta, lo que demuestra que programas interesantes congregan a un gran público, Nesterowicz condujo con batuta certera y gestos de gran expresividad la conocida “Obertura Fantasía, Romeo y Julieta” de Piotr Ilch Tchaikovsky. Su visión es eminentemente “programática”. Destaca su sentido dramático a través de fraseos muy claros, de acentuaciones y articulaciones que mantuvieron la tensión a lo largo de toda la obra. La respuesta de la orquesta tuvo un sonido robusto, pedido por el director, y fue muy siempre atenta para seguir cada indicación dinámica de la batuta. No podemos dejar de señalar el trágico final, donde se sintetiza el drama de los jóvenes amantes.

Antoni Wit, el famoso director polaco condujo a la Filarmónica el año pasado en “Orawa”, del compositor polaco Wojciech Kilar, hizo una versión de corte clásico. En esta oportunidad, Nesterowicz la enfocó desde el punto de vista popular, rescatando la raíz folclórica que posee y tal vez pensando en que se trata de un compositor que tiene un gran currículo en la música para el cine (Coppola, Polanski, Campion.). La versión con la Sinfónica fue de tal precisión en términos de dinámica, articulación y fraseo, con las filas de cuerdas inspiradas, que provocaron una reacción inusitada en el público frente a una obra contemporánea: una larga y estruendosa ovación.
Si bien muchas veces las audiencias reaccionan fríamente con las obras contemporáneas, en esta oportunidad, y sin duda debido a la excelencia de las versiones, el público se rindió ante las virtudes de los protagonistas. No podía ser otra forma frente al desempeño de Celso López Q, en el "Concierto para Violonchelo y Orquesta" de Witold Lutoslawski, que es una verdadera síntesis de dificultades para el instrumento.

Con hermoso y gran sonido, López transitó por los sinuosos caminos de la obra con sorprendente seguridad desde su extensa y compleja introducción. En forma paulatina se van agregando las diversas familias instrumentales de la gran orquesta que requiere la obra y que en varias secciones tocan en forma aleatoria.

El compositor combina los colores instrumentales en forma magistral. Incluso los de la abultada percusión, sin que jamás el chelo quede en desventaja. Un ejemplo de esto son los diálogos de los bronces con el solista. La tensión caracteriza la obra y sus 25 minutos jamás se hacen cansadores, por la novedad que presenta constantemente. Nesterowicz demostró un cabal conocimiento de la partitura, llevando al solista y la orquesta a un rotundo éxito y de paso logrando que el público exigiera la repetición de la sección final de la obra.

En la brillante orquestación de Maurice Ravel, los “Cuadros de una Exposición” de Moussorgsky cerró una gran noche para la Sinfónica. Cada una de las familias de la orquesta quiso dar lo mejor, con hermoso sonido, certera afinación y un gran sentido expresivo a lo largo de una obra que pasa por los más diversos estados: desde lo oscuro a lo brillante y desde lo misterioso a lo jubiloso, culminando en la apoteosis de “La Gran puerta de Kiev”.

La responsabilidad del éxito corresponde a Michal Nesterowicz, cuyo notable debut nos hace desear escucharlo en otros programas junto a una orquesta que le aplaudió largamente al concluir el concierto.
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