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El talento que vino de la isla

31 de Julio de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce

Muy hermosa y de apariencia frágil es Mahani Teave. Es la pianista debutante en el último concierto de la Orquesta Sinfónica de Chile. Pero de frágil nada. A sus 23 años ya acumula una importante cantidad de trofeos nacionales e internacionales.

Luego de haber sido descubierta en Isla de Pascua por el maestro Roberto Bravo, quien la instó a estudiar en el continente, Teave llegó a Estados Unidos donde hoy se perfecciona en el Conservatorio de Cleveland.

Junto a la Sinfónica, conducida por el director suizo Nicolás Rauss, la pianista abordó el complejo "Concierto Nº 1 en Fa menor Op. 1", de Sergei Rachmaninoff. El concierto no da tregua a quien esté frente al piano (rasgo muy característico del compositor). Requiere no sólo de musicalidad y gran técnica, sino una importante dosis de fuerza que le permita alcanzar los balances sonoros con la gran masa orquestal.

Todas estas condiciones se dieron en Teave, quien con sorprendente seguridad y una técnica ejemplar ofreció una gran versión, en la que las secciones de bravura fueron ejecutadas en forma impecable. La coda del primer movimiento fue también un ejemplo de virtuosismo acompañado de sentimiento.

El ensoñado y sensual segundo movimiento permitió a Mahani Teave demostrar toda su sensibilidad, acompañada notablemente por la orquesta dirigida por Rauss. Las grandes dificultades del tercer movimiento nos mostraron tanto a la pianista y a la orquesta en fraseos perfectos, que llegaron a provocar entusiastas ovaciones de un público que exigía el “encore”. Éste consistió en la repetición del segundo movimiento del mismo concierto.

De Acario Cotapos, uno de los autores chilenos más difundidos en el exterior, la Sinfónica junto a Teave interpretaron sus “Tres preludios sinfónicos”. Una obra que fue estrenada en Chile bajo la dirección del afamado Erich Kleiber en 1942. Está escrita para una gran orquesta y en un lenguaje cercano al expresionismo, lo que le permite sugerencias descriptivas. En este caso sólo podemos alabar la conducción de Rauss, quien se vio en perfecto conocimiento de la compleja partitura.

El estupendo momento por el que atraviesa la Orquesta Sinfónica de Chile fue corroborado con el magnífico sonido en su versión de la “Sinfonía Nº 4 en Mi menor Op. 98", de Johannes Brahms. No concordamos con el enfoque que el director dio al primer movimiento, excesivamente lento y haciendo gala de una cantidad innecesaria de “rubatos” que incluso desconcertaron a la orquesta. Ya desde el segundo, con la gran entrada de cornos y maderas que van acompañadas en pizzicatos por las cuerdas, el director se adentró naturalmente en el espíritu de la obra con fraseos de gran expresividad.

No podríamos dejar de mencionar el bello sonido mantenido en los “forte” del tercer movimiento, pues se debe tocar con energía y fuerza y con manejo de los contrastes. El movimiento final, que se inicia con esa dramática introducción que conduce hasta el apasionado desarrollo, permitió el lucimiento en la sección lenta de los solistas en flauta, clarinete y oboe, para rematar al final con el lucimiento de toda la orquesta. Sin duda está pasando por uno de sus grandes momentos, con un solvente director y con una joven pianista invitada de cuya carrera habrá que estar al día.
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