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El chelista quedó en deuda

07 de Agosto de 2006 | 13:03 |
Gilberto Ponce.

El impresionante currículo del chelista y director israelita Micha Haran no pudo ser evaluado en plenitud en su debut junto a la Orquesta Sinfónica de Chile.

Sin duda uno de los factores que influyeron fue la poca costumbre de los músicos a ser dirigidos por un solista. En esta ocasión Haran no fue claro en sus gestos, provocando algunos desajustes evidentes. Y por otro lado, tal vez debido a la preocupación por impedir estos accidentes, Haran se desconcentró de su rol de solista cometiendo varios fallos de afinación.

Luego de un inseguro inicio de los cornos en la “Pavana para una Infanta Difunta” de Maurice Ravel, las cuerdas y maderas destacaron por un hermoso sonido, que nos adentró en la profunda melancolía de la obra. Bien conducida por Haran, pero con ausencia de emoción.

Las dos siguientes obras mostraron al visitante en su doble papel de solista y director. Primero escuchamos la “Elegía para violonchelo y orquesta” en Do menor, de Gabriel Fauré, hermosa obra con interesante arco dinámico que se inicia casi desde la nada para luego alcanzar un clímax expresivo que se diluye en una sección similar al inicio. Haran la interpretó con bello y musical sonido.

En el conocido “Concierto para violonchelo y orquesta” en Re mayor, de Franz Joseph Haydn, a pesar de las inseguridades en los ataques de la orquesta y los tempi poco claros en varias secciones, la agrupación respondió con el sonido a que nos tiene acostumbrados. Haran fue un musical intérprete, pero las desafinaciones ocurridas le restaron brillo a su presentación. Además pensamos que era fundamental para la interpretación de esta obra la participación de un director concertador del solista con la orquesta.

El público del sábado 5 respondió con entusiasmo y afecto ante el visitante. Como “encore” ofreció un movimiento lento de uno de los conciertos para teclado de Bach —en trascripción para chelo— y luego una pieza para chelo obtenida del folclor israelí.

Una de las obras fundamentales de Bela Bartók es su “Concierto para orquesta”, que representa un desafío para cualquier conjunto, pues exige el máximo rendimiento de los músicos. En este sentido alabamos el profesionalismo de los integrantes de la Sinfónica, quienes hicieron todo lo posible para lograr el mejor de sonido a lo largo de la difícil partitura.

La dirección de Haran se limitó a concertar con bastante corrección, pero en ámbito de la interpretación la encontramos plana y sin relieves. Eso sin contar algunas descoordinaciones en el penúltimo número.

Si consideramos las grandes dificultades de la obra, y lo poco frecuente de su audición en nuestras salas de concierto, se agradece haberla escuchado. Ante la reacción del público, repitieron la obra de Ravel.

Sin duda esta experiencia de ser dirigidos por un solista, no fue beneficiosa para el conjunto universitario. Se sabe que las orquestas que lo hacen tienen bastante experiencia y generalmente trabajan con obras que ya conocen. Esperamos que durante el próximo programa de Haran, donde será solo director, pueda responder a sus atributos.
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