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¡Arriba el bajo!

04 de Septiembre de 2006 | 00:00 |
Los mayores vítores de la noche se los llevó alguien en el público: Antonio Prieto, suegro del bajista norteamericano.

Iñigo Díaz


Hubo muchos y muy diversos duetos instrumentales la noche del viernes. Por ejemplo, en una pequeña pieza con Stanley Clarke al contrabajo y el chileno Emilio García en la guitarra acústica, escrita por el norteamericano en la época en que viajó a Nueva York "sólo para conocer a Miles Davis". O en la introducción funky al concierto con Clarke al bajo y el chileno Raúl Aliaga en la batería, cuando la temperatura llegaba de cero a cien en un breve lapso.

O en "Confirmation", composición bebop de Charlie Parker montada sólo con ese mismo contrabajo y del bajo eléctrico de seis cuerdas del chileno Christian Gálvez. Ahí hubo camaradería y conexión. Clarke aprobó con una gran sonrisa la performance de Gálvez, pero al momento de la batalla solística de "School days" nuestro crédito, el medallista olímpico del bajo, perdió la partida. Frente a Clarke es difícil salir ileso y Gálvez acusó el golpe con una risotada y un gesto de dolor en los dedos.

Ya con la victoria en las manos, Clarke siguió reventando su instrumento a decibeles desbordantes con rasgueos, slappings (golpes de pulgar), walking eléctricos (líneas de conexión de acordes) y mucho groove (el swing de la música funk). Y levantando de sus butacas a un público que muy probablemente haya asistido a los conciertos del bajista ofrecidos en 1988 y 1995.

El mismo público que manifestó con vítores el "efecto Clarke", aplaudió también al maestro de la canción romántica chilena. Antonio Prieto estaba ubicado en la platea y fue presentado por Clarke como "my father-in-low" (suegro): "Su hija, Sofía, es mi esposa… disculpa suegro, ¿qué puedo hacer?". Luego Clarke dedicó a Prieto una pieza de contrabajo solo llamada "Canción de Sofía" y que se acompañó por un maravilloso diaporama histórico del baladista nacional.

Bajo o contrabajo, para Clarke es igual. Si a McCartney el bajo eléctrico le sonaba como contrabajo, Stanley Clarke produce un sentido inverso: contrabajo funk. Y con él el instrumento de acompañamiento nunca está detrás. Siempre adelante. O arriba.
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