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Coppelia es un sueño

02 de Octubre de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce


En los últimos años se ha observado, y no sólo en Chile, la tendencia de hacer relecturas de las obras clásicas. Desde el teatro a la ópera. Y por cierto también ha ocurrido con la danza.

Ahora le ha correspondido al Ballet Nacional Chileno, que dirige Gigi Caciuleano, enfrentar uno de sus más grandes clásicos. Nada menos que “Coppelia”, que se convirtiera en un suceso en los tiempos del recordado Ernst Uthoff.

En esta oportunidad el ballet pasó a llamarse “Soñando a Coppelia”, lo que es un acierto pues se trata de una revisión del original. El montaje fue realizado por la pareja de coreógrafos italianos Laura Martorana y Massimiliano Siccardi, quienes a partir de una selección de la música de Leo Delibes, más un agregado de otra creada por Marco Melia, idearon una interesante historia ambientada en un lugar imaginario y futurista. Ahí, el mago Coppelio (Juan Carlos Ahumada) es un fabricante de robots que tratará de llevar hasta su cerrado mundo a Franz (Luis Baeza) y Coppelia (Vivian Romo).

El onírico mundo se consigue sobre la base de proyecciones estáticas y móviles, con un interesante juego de iluminación que se mezcla con estas proyecciones creando un ambiente mágico. A ello se agrega el vestuario diseñado por Paula Díaz, que logra hacer desaparecer las identidades de los bailarines: pelucas iguales para las mujeres y gorros como de natación para los hombres. Se acentúa además su condición de robots con rodilleras y coderas blancas que complementan un vestuario neutro.

La coreografía mezcla danza con pantomima y obliga a los bailarines a mover paneles y otros elementos escenográficos que crean los distintos ambientes requeridos por la trama.

Pensamos que existe un cierto abuso de la pantomima, aunque es importante para la comprensión del argumento. Pero esto reduce el espacio destinado a los bailes donde se apreció buen gusto y sentido coreográfico.

El reducido escenario del Teatro de la Universidad de Chile fue utilizado al máximo y con excelentes resultados. El trío de protagonistas tuvo un desempeño del más alto nivel. Juan Carlos Ahumada creó un Coppelio que fue desde lo perverso a lo mecánico, con movimientos precisos de gran técnica.

La Coppelia de Vivian Romo derrochó expresividad en sus diversos estados anímicos, realizando bellamente sus dúos con Franz. Éste fue interpretado por Luis Baeza, que transitó desde el inocente niño hasta el rebelde que luego de su aparente derrota logra junto a Coppelia “liberar” a los robots. Ellos se convierten finalmente en humanos en una lograda escena en la que se despojan de sus vestimentas y muestran ahora su verdadera identidad.

El cuerpo de baile respondió muy bien a las exigencias. Es claro que los pequeños desajustes del estreno desaparecerán en las siguientes funciones. Un estreno revitalizador para este clásico del ballet que recibió una visión desde el mundo futurista de Matrix, sin que perdiera su esencia.
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