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Los dos tiempos del pianista

11 de Octubre de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce


En la quinta jornada del ciclo "Grandes Pianistas" que está presentando el Teatro Municipal de Santiago, escuchamos al afamado intérprete francés Jean Philippe Collard. Es inoficioso hablar de su reconocida técnica y musicalidad, de las que ha dado muestras contundentes en anteriores presentaciones. Es la razón por la que este comentario se dirigirá al enfoque que el artista hizo de las obras del programa.

Por ello nos surge la pregunta, ¿es exigible de un artista el enfrentar con igual maestría todo el repertorio que interpreta? La respuesta es no, y es eso lo que apreciamos en esta presentación en el Municipal: una primera parte incluyó dos obras en gran nivel, con una interpretación tal vez demasiado personal que restó estilo a una de ellas y presentó un exceso de técnica en la otra. Eso le impidió llegar al meollo romántico, y en contraste con la segunda parte del concierto, en la que apareció un Collard sensacionalmente expresivo y virtuoso.

Las obras

La "Fantasía en Do menor K. 475", de Wolfgang Amadeus Mozart, se ofreció con claridad en las voces y expresivo clasicismo, pero alguna de sus secciones se acercaron demasiado a lo romántico. Ello la aleja del estilo. En contraste pensamos que la sección más virtuosa fue impecable. No obstante, en la suma, a pesar de los logros, no logró convencer plenamente.

La "Kreisleriana" Op. 16, de Robert Schumann, es una obra muy querida por los pianistas. Lo es por sus desafíos técnicos y expresivos. En esta versión, Collard brilló en contrastes e intencionalidad, diferenciando las visiones planteadas en cada una de sus partes con juegos dinámicos justos. Pero a pesar de todos estos valores, pareció predominar la técnica por sobre el corazón, cuestión demasiado importante en Schumann.

En la segunda parte, Collard estaba particularmente inspirado, lo que produjo una respuesta explosiva del público. Fue otra obra de Schumann la que inició esta sección. Se trató de "Kinderscenen" (Escenas de niños) Op. 15, que en contraste con la anterior es de un lirismo poético muy íntimo.

El enfoque de Collard fue de una sobrecogedora sutileza y llevó al público a recorrer los mundos sugeridos por su autor. Importante fue también el concepto unitario dentro de las diferencias musicales, logrando un arco expresivo conmovedor.

Atronadores aplausos coronaron la interpretación de las tres obras finales, todas de Chopin. Ya en la "Balada Nº 4 en Do menor" Op. 52 nos encontramos con un intérprete de extraordinario vuelo romántico y en la plenitud de una técnica puesta al servicio de las obra. El "Nocturno", también en la tonalidad de Do menor Op. 48, fue desde el sombrío tema de la introducción, que se desarrolla en una perfecta progresión dramática y culmina en una compleja variación sobre el mismo. Eso produjo un contraste que otorga a la obra un perfecto equilibrio, todo resuelto en forma brillante por Collard.

El programa lo cerró una brillante, perfecta y apasionada interpretación del "Scherzo Nº 3 en Do menor" Op. 39, que obligó al público a pedir de Collard dos encores: primero una estupenda versión del "Nocturno en Do sostenido menor", también de Chopin, y posteriormente una obra más moderna que desconocemos y que el pianista no anunció.

En síntesis, una segunda parte que hizo justicia a todos los merecidos pergaminos de Jean Philippe Collard.
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