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Desde que te encontré

20 de Octubre de 2006 | 18:10 |
Vino hace dos años a presentarse en sociedad. Volvió esta semana a llenar dos veces el Teatro Oriente. Y después de esta pasada, el cantante argentino Kevin Johansen ya puede decir con toda certeza que se encontró con su público en Chile.

David Ponce


Johansen llenó dos veces el Teatro Oriente" (foto: Carlos Müller / zona.cl).
Lo que pueden cambiar las cosas en un par de años. En 2004, el cantante argentino Kevin Johansen debutaba en Chile con un concierto en el Teatro Oriente, con la difusión garantizada de su canción más famosa en una teleserie: dio una función, para un público cómodamente instalado en las butacas. Anoche, Johansen volvió al mismo lugar, con un disco nuevo de por medio, y la audiencia era otra: dos teatros llenos, y esta vez con gente sentada hasta en los pasillos, con una mayoría absoluta de mujeres entre el público y un coro de fans garantizado para hits como "Desde que te perdí" o "Down with my baby".

Johansen era incipiente hace dos años. Ahora es posicionado. Pero hay cosas que no cambian, y una de ellas es la inteligencia. Las citas siguen abundando en el repertorio del cantante: no por nada sus dos últimos discos se llaman Sur o no sur (2003) y City zen (2005), tal como su grupo se llama The Nada. Fue igual de divertido escuchar "Chill out, James", su estupenda proposición musical a James Brown, o, al cierre, "Atahualpa, you funky", su logrado cruce entre funk y malambo. Y ya desde el comienzo hubo cita: él y sus músicos lucieron poleras de CBGB, como un mudo homenaje a ese club histórico neoyorquino donde no sólo nació el punk, sino además Kevin Johansen tocó a fines de los años ''90. Fue una cita personal.

Más allá de la inteligencia, otra retribución de ver a Johansen en vivo es notar lo músico que es. Cuando toca el xilófono, encima silba al unísono la melodía que está tocando. Y si un 98 por ciento de la cuota mundial de "cantantes-con-guitarra" emplean ese instrumento para tocar uno o dos acordes huachos y usarla de utilería, o peor, como Bono, para usarla de pura utilería, Johansen es distinto. Él toca de verdad: no hay teclados en este grupo, y su guitarra, que más encima es acústica, es la base musical del concierto. Todas las armonías salen de ahí. Y cuando suena sin acompañnamiento se escucha lo bien que sabe tocar un ritmo de milonga o una chacarera.

Porque Johansen sigue siendo folclor global como nadie. Con ocho músicos en su banda, se vale de guitarras y baterías, pero también de flautas traversas, saxos, un charango eléctrico y percusión latina. Y es –en ese orden– chacarera, reggae, cumbia, candombe, rumba, samba, bossa nova y malambo, todo tratado con pop y rock, lo que va desfilando por su concierto, que no por nada se extiende por más de dos horas y a lo largo de 24 canciones, como si más encima afuera no estuviera agolpado el público para la segunda función de la noche. En vermouth y noche, Kevin Johansen ya tiene una relación seria con Chile. Después de dos años, él ya tuvo tiempo para mostrar más música y hasta la fan más indecisa tuvo tiempo también tiempo para convencerse de sus encantos.