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Vuelve por lo suyo

31 de Octubre de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce


La Orquesta Sinfónica de Chile regresó a su acostumbrada calidad. Lo hizo bajo la conducción de Nicolás Rauss en el Teatro Baquedano, con excelente afinación, estudiados fraseos y conceptos claros en cuanto al estilo de las obras presentadas en este nuevo programa en el Teatro Baquedano.

Las voces de la camerata

Es sin duda mérito del director y de cada uno de los participantes que abordaron obras muy disímiles y con resultados más que satisfactorios. En un recorrido que fue desde el barroco hasta lo contemporáneo, en primer lugar escuchamos el hermoso “Magnificat” en Sol menor, del veneciano Antonio Vivaldi. Una obra representativa del estilo del compositor, que obliga tanto a cantantes como instrumentistas a un enfoque muy cuidadoso de la música para no alejarse de los requerimientos de su autor.

Se dieron aquí todos los elementos para un resultado del mejor nivel. La Camerata Vocal de la Universidad de Chile dirigida por Juan Pablo Villarroel, conjunto de 16 espléndidas voces, cantó con limpios y claros fraseos, notable afinación y sentido del texto. Siguió cada una de las precisas indicaciones de Nicolás Rauss para los contrastes dinámicos y de expresión.

Señalaremos, y sin desmerecer otros números, el expresivo y oscuro “Et misericordia ejus”, el exultante unísono “Deposuit” y la fuga final. En cuanto a los solistas, el desempeño fue de gran nivel. Tanto en lo vocal como en lo expresivo, destacándose la soprano Nora Miranda, de hermosa y cálida voz y Soledad Díaz de cálido timbre y preciso fraseo.

Leonardo Pohl cantó con propiedad en su oscura voz de tenor. Si bien el canto de Claudia Pereira se ajusta al estilo y su dúo fue de gran nivel, en esta ocasión su voz nos pareció un tanto dura.

Los fagotes de la orquesta

El trabajo de las cuerdas de la Sinfónica fue ejemplar en todo sentido, debiendo destacarse el aria donde intervienen dos oboes, de inobjetable desempeño. Nelson Vinot y José Molina, pertenecientes a las filas de la orquesta, estuvieron a cargo de una agradable sorpresa: un hermoso y gustador “Concierto para dos Fagotes y Orquesta” en Fa mayor, del poco conocido autor de origen checo, Johann Baptist Vanhal (1739- 1813).

Obra de lenguaje rotundamente clásico, con bellas melodías e importantes exigencias para los solistas, quienes deben alternarse en diálogos, imitaciones y secciones de gran bravura, resueltas en forma brillante por los solistas.

El autor demuestra conocimiento de los timbres y posibilidades tanto del fagot como de la mezcla de su timbre con el resto de los instrumentos de la orquesta. Quisiéramos destacar el lírico segundo movimiento de esta obra, en el que los solistas son acompañados únicamente por violas, chelos y contrabajos. Rauss y cada uno de los integrantes de la orquesta dieron lo mejor de sí, logrando un gran triunfo en este estreno.

Para gran orquesta está escrita “Una bandada de pájaros desciende sobre el jardín pentagonal”, de Toru Takemitsu. Es uno de los más importantes compositores japoneses, muerto hace sólo diez años. Un autor que realiza una síntesis de lo oriental y occidental, y su inspiración recae en gran medida en la naturaleza y sus relaciones con el hombre.

La obra de Takemitsu acude a sugerencias sonoras y visuales, usando muchas combinaciones instrumentales y creando atmósferas. Rauss mostró un acabado conocimiento de esta compleja obra, obteniendo una eficiente respuesta de la orquesta a lo largo de los intrincados caminos por donde transita.

El concierto finalizó con una importante versión de “Iberia”, una de las partes del tríptico “Imágenes para orquesta”, de Claude Debussy. Fue el segmento que hizo olvidar todos los inconvenientes del concierto anterior. Podemos decir entonces que tanto Nicolás Rauss, como la Sinfónica volvieron por sus fueros.
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