Gilberto Ponce
Lorena González es una de las más destacadas violinistas chilenas. Junto a la notable pianista rusa Svetlana Kotova ofreció un recital con obras de Wolfgang Amadeus Mozart, Johannes Brahms, Manuel de Falla y Pablo de Sarasate en el Teatro de la Universidad de Chile.
Ya habíamos comprobado antes las particulares condiciones musicales de Lorena. Tanto en conciertos con la Orquesta Sinfónica o actuando en programas de música de cámara. Ella posee una musicalidad natural, excelente afinación y un certero acercamiento a los estilos que debe abordar. Svetlana se ha ganado un merecido prestigio, tanto como solista, en música de cámara y como acompañante.
Las condiciones para una gran velada, así, estaban dadas. Y ambas cumplieron ampliamente con las expectativas. A lo largo del concierto dieron muestras de un notable afiatamiento, con fraseos claros, series de preguntas, respuestas y complementación. Siempre en el mejor nivel.
Si el sonido del violín era robusto o delicado, la respuesta del teclado era consecuente con esos conceptos, siempre con una gran sincronía en las articulaciones de ambos instrumentos.
La “Sonata Nº 1” K. 301 en ajustado estilo y sonido clásico mozartiano nos mostró unos perfectos balance y diálogo de voces en su primer movimiento y gracia en los conceptos dinámicos del segundo, que a ratos nos recuerda la estructura de las arias de óperas del mismo Mozart. El hermoso sonido del violín fue complementado musicalmente por el piano.
Esa delicadeza de Mozart dio paso a la energía y fuerza del
scherzo de Johannes Brahms. Ahí la violinista cambió drásticamente de estilo, mostrándonos toda la intencionalidad romántica de Brahms y férreamente acompañada por la pianista rusa.
Las obras restantes fueron ejecutadas de memoria por la violinista, interpretando en sentido estilo la danza española de la ópera “La vida Breve”, de Manuel de Falla en arreglo de F. Kreisler. En ella observamos una fusión total de las intérpretes.
Del mismo Falla se escuchó su “Suite popular española”, que nos llevó desde lo popular de “El paño moruno” a la magia melancólica de la sordina del violín en “La nana”. O bien pasando por la fuerza expresiva del piano en “Polo”, y el efecto ensoñado de un casi
nocturno logrado por ambas solistas en “Asturiana”, para culminar con la destreza en las dobles cuerdas y la brillantez de la “Jota”.
El broche final fueron los “Aires gitanos” de Pablo de Sarasate. Requiere de una extraordinaria coordinación de ambas intérpretes debido a las libertades de
tempo y ritmo que posee la obra y que además somete en un cúmulo de dificultades al violín. Eso sin desmerecer el trabajo del piano, que debe ensamblarse totalmente a la cuerda en la solución de los problemas que plantea.
Lorena González enfrentó las dobles cuerdas, los
pizzicatos y los cambios de todo tipo con aplomo, fuerza, garra y seguridad en una notable jornada en la que contó con el complemento perfecto del piano de Svetlana Kotova.
Ante los ruidosos aplausos las intérpretes ofrecieron como
encore la famosa “Meditación” de la ópera “Thaïs de Massenet” en una estupenda progresión dramática. Sin duda una gran demostración de musicalidad y profesionalismo.