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Cuestión de tiempo

19 de Marzo de 2007 | 17:14 |
Gilberto Ponce

Podrá ser objeto de debate la solución que se encontró para resolver la crisis de la Orquesta Filarmónica del Teatro Municipal, pero la noticia positiva es que nuevamente la agrupación cuenta con la cantidad requerida de músicos como para enfrentar sus habituales desafíos y temporadas.

Bajo la dirección de su director titular Jan Latham-Koenig, la Filasmónica ofreció el primer concierto de la Temporada 2007, con un programa integrado por compositores rusos que sirvió para el reencuentro del conjunto en pleno y con una de las principales salas de concierto de nuestro país.

Analizar los resultados de este nuevo conjunto, que sólo ha tenido en diez ensayos y dos programas (uno al aire libre y éste en su teatro), no es tarea fácil pues se podría caer en la tentación de comparar la consolidada orquesta de antes de la crisis, con una que recién da sus primeros pasos.

En el presente no basta con la excelencia de su director (Latham-Koenig lo es). Tampoco basta con la calidad de los músicos que ahora la integran (que suponemos es óptima). Es cuestión de tiempo. Como el tiempo que lleva aprender a escuchar entre las familias instrumentales y como conjunto completo. El tiempo que lleva a familiarizarse con la acústica de la sala y el tiempo que lleva a compartir como compañeros de trabajo. Son aspectos que se pueden sintetizar simplemente en el largo camino que hay que recorrer juntos para llegar a ser un conjunto de excelencia.

En este momento la orquesta posee un sonido bastante homogéneo, muy buena afinación, con importantes avances en el trabajo de las cuerdas (que están logrando una bella línea de sonido) y una importante solvencia en el resto. En cuanto a fraseos y articulaciones, se observa claro respeto por las indicaciones de la batuta y por sobre todo un gran entusiasmo de cada uno de sus integrantes.

Todo lo anterior augura una muy buena temporada, donde en cada programa se darán pasos en pos de la excelencia.

El programa de música rusa

La Obertura de la ópera “El Príncipe Igor” de Alexander Borodin, mostró a la orquesta con sonido homogéneo, fino y de gran belleza. Los pequeños atrasos en algunas entradas en nada afectaron el feliz resultado de la versión.

Una de las obras de mayor atractivo en cualquier temporada es el “Concierto N° 2 en Do menor Op. 18, para piano y orquesta” de Sergei Rachmaninoff. En esta ocasión la solista fue la hermosa pianista rusa Valentina Igoshina. En su interpretación se destaca una gran técnica, buen sentido del fraseo y una interesante línea de “canto”, evidenciado en el lírico segundo movimiento. No obstante lo anterior, tal vez por su juventud, su interpretación es un poco distante, un tanto fría, sin la arrebatadora pasión que impregna la obra.

El acompañamiento de Latham-Koenig consiguió momentos muy hermosos de parte de la orquesta, en particular en el pastoso sonido del comienzo y en el lirismo de las maderas en su segunda parte. En muchos pasajes la integración de la orquesta con la solista fue completa. En cuanto a intencionalidad, fraseos y articulaciones. La artista agradeció los aplausos con un vals y un preludio de Chopin.

Favorita de todos los públicos es la obra que cerró el concierto. “Cuadros de una Exposición” de Modesto Mussorgsky, obra original para piano, orquestada posteriormente por Maurice Ravel. Aquí la orquesta es sometida a un verdadero test, por las dificultades de todo tipo a que son impuestos cada uno de los músicos.

Tal vez para no correr riesgos innecesarios, el director llevó algunos tiempos demasiado lento, lo que le restó el dramatismo. Y si bien manejó óptimamente los conceptos dinámicos, la versión resultó un tanto formal, desperfilándose los elementos descriptivos, como en el “Ballet de los pollitos en el cascarón”.

Nos limitaremos a destacar los momentos que consideramos más logrados.
El arco expresivo de “El viejo castillo” y “Bydlo”, el desempeño virtuoso de la trompeta en su importante solo de “Samuel Goldenberg y Schmuyle”, la brillante intervención de los bronces en “Catacumbas” y el carácter que se logró en “Sepulchrum romanum”.

Los aplausos reconocieron el importante trabajo realizado tanto por el director como por los músicos durante esta nueva etapa, de la que esperamos logre pronto la excelencia a que la orquesta nos tenía acostumbrados.
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