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Sinfonía Eroica a toda velocidad

23 de Julio de 2007 | 00:00 |
Gilberto Ponce

René Gulikers, el competente director holandés, volvió una vez más a Chile para dirigir a la Orquesta Sinfónica de Chile en dos programas, cuyo eje está en obras de compositores holandeses, y en particular en homenaje a Fré Focke (1910- 1989) quien desarrolló una importante labor musical en nuestro país en el ámbito de la música contemporánea. El programa consultó obras del siglo XX, además de la primera gran sinfonía romántica en la historia de la música.

Para gran orquesta es la “Sinfonía de la ópera Deirdre” de Fré Focke. En verdad se trata de una suite orquestal en cinco partes, que se tocan sin interrupción y que está basada en los principales temas melódicos de esa ópera.

La orquestación crea colores y atmósferas, haciendo uso de contrastes, obstinatos melódicos y rítmicos, que permiten hilar las diversas partes, creando un permanente interés del auditor.

La obra que recuerda bastante el "Mandarín Marailloso" de Bartók, es de carácter expresionista, sin pretender llegar a extremos atonales, buscando, en todo momento, conmover al auditor, cuestión muy lograda en el "Poco Adagio", donde los diálogos entre los diversos instrumentos, que tocan como solistas, fue de gran expresividad. Gulikers se mostró como un gran conocedor de la partitura, consiguiendo una respuesta del mejor nivel de la orquesta.

Luego se escuchó “Prisma” de Willem Dragstra (1956). En ella el autor juega con los timbres y los cambios rítmicos, en medio de un lenguaje que podríamos calificar de “expresionismo avanzado”, donde no obstante aparecen fugaces alusiones al barroco o al clasicismo.

La Sinfónica, conservando el gran nivel de la primera obra, respondió a todas las indicaciones de Gulikers, que fuera el director que la estrenó en Holanda.

La otra obra anunciada en el programa no se tocó por razones de fuerza mayor, lo que provocó confusión en el público que no leyó el pequeño aviso colocado en el fichero de la entrada.

El programa concluyó con una versión muy singular de la “Sinfonía N° 3 en Mi bemol mayor, Op. 55” llamada también “Eroica”, de Ludwig van Beethoven. Decimos singular, por varias razones: lo primero que llamó la atención fue la distribución de los músicos, muy alejada de lo tradicional, pero que produce una sonoridad excelente.

La otra razón es la extraordinaria respuesta instrumental de la orquesta, de hermoso sonido, afinación y fraseos, para responder a las precisas indicaciones de Gulikers. Y lo más sorprendente, la insólita velocidad que el director le imprimió a su versión, lo que según nuestra perspectiva le hizo perder todo el peso expresivo diluyendo los valores musicales.

A esto debemos sumar que por buscar la energía, se abusó de los acentos y articulaciones duras y en general se tendió a una dinámica forte a lo largo de casi toda la obra. Así fue como desapareció el carácter de los temas amplios y “heroicos” que la distinguen. Atribuimos también a la extrema velocidad, varios de los pequeños desajustes ocurridos durante la ejecución.

El segundo movimiento, “Marcha fúnebre, adagio assai” fue más bien un “Andante, gracioso y cantábile” totalmente alejado del espíritu que le asignó el autor. Además pensamos que se volvió a abusar del forte ahora en bronces y percusión. A pesar de lo anterior, la batuta consiguió fraseos correctos y un final expresivo.

El “Allegro vivace” también sufrió de la velocidad con los consecuentes desajustes, sobre todo en los comienzos de las reexposiciones temáticas. Pero en contraste consideramos un triunfo el trío de este movimiento. Particularmente en el sonido musical de los cornos.

En el cuarto y final, el “Presto” con que concluye debió tocarse a la misma velocidad de lo anterior, ya que habría resultado imposible apurarlo más. Tal como dijimos, una versión que nos merece muchos reparos, y una orquesta que respondió ante un enfoque más efectista que musical. Es la mirada de Gulikers, a quien tenemos el mayor respeto, aunque estemos en desacuerdo con ella.
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