Escogiendo algunas de las canciones menos conocidas de Los Angeles Negros, este tercer disco de Douglas se encumbra como una sentida transición. Porque después de su debut, Cariño malo (1998), y de seguir por la senda popular con Sigo romántico (1999), el intérprete dejó de lado las composiciones inéditas con el objetivo claro de brillar en México.
La estrategia es simple: volver a interpretar, en su estilo más sobrio y más pulcro que el original, todas esas canciones que en el país del norte fueron verdaderos himnos. Por eso la pasión de Despacito y el desgarro de Murió la flor, canciones que suenan perfecto pensando en un público azteca siempre dispuesto a soltar lágrimas.
Pero también hay apuestas por nuevos arreglos (Y volveré, a dúo con Soledad) y traducciones algo más internacionales de clásicos primitivamente viscerales (Como quisiera decirte). Y al final, una estratégica muestra de conocidos boleros (Poutpurri).
Funciona, Serenata.... Apunta con certeza a su objetivo. Mezcla con agudeza la finura melódica con la brutalidad lírica de los referentes. Incluso entretiene con nostalgia y, se sabe, eso siempre se agradece.
Pablo Márquez