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"La Musa Novarese"

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
Isabella Leonarda
"La Musa Novarese"

Paolo Monticelli / Cappella Strumentale del Duomo di Novara / Gruppo Vocale Musica Laudantes.

Opus 111 OPS 30-206, 1997.

Las mujeres compositoras representan un caso extraordinario de postergación que últimamente está siendo atendido. Incluso en Chile se han estrenado obras de Barbara Strozzi, Francesca Caccini y Antonia Bembo, totalmente desconocidas por un público que de inmediato se impone del valor real que tiene su música, más allá de la anécdota que la embarga.

Isabella Leonarda (1620-1704) dedicó su vida conventual a componer. Nacida el 6 de septiembre de 1620, a los 16 años ingresó al Convento de las Vírgenes de Santa Úrsula en Novara. Pronto decidió "dedicar las horas de descanso a la composición de mis obras musicales, para así no faltar a las obligaciones de la regla".

Según comenta el director Paolo Monticelli, quien dirige a la Capella Strumentale del Duomo di Novara y al Gruppo Vocale Musica Laudantes, a través de documentos que hacen referencia a la hermana Isabella se ha sabido que era considerada una monja ejemplar, sin afición por la vanidad, y que gozaba de excelente salud: vivió 84 años, algo muy poco habitual en esos años. Al igual que el resto de las hermanas podía escribir y contar, y tenía habilidad para el canto gregoriano y la polifonía.

Hija de una distinguida familia del lugar, los condes Leonardi, "la Musa di Novara" vincula su creación con el derrotero sacro de la Edad Media: pensaba que el principio de la música era Dios, considerado como la consonancia perfecta, amplificada en la Santísima Trinidad (la tríada armónica). En alguno de sus escritos la compositora también cita a Platón: "Musicam docet Amor: el Amor de lo que es bueno y honesto templa y vigoriza las emociones, que son como las cuerdas de la lira del corazón, y brinda al hombre armonía consigo mismo y con los demás...". Sus reflexiones en torno a la armonía del mundo se traducen en la contemplación de lo que ella consideraba "la esencia armónica del Creador".

Es por eso que al escuchar su obra, que ofrece al auditor un estado de paz superior, se conoce cómo es posible imbricar raciocinio y afectos; lo que se escucha con aquello que apenas se intuye. Es la música percibida como reflejo de aquello que acerca al hombre a la divinidad. No estamos hablando aquí, sin embargo, sólo de abstracciones, porque la obra de Isabella Leonarda es propiamente barroca, incluidos el "estilo representativo", las diferentes texturas y los afectos de las palabras aplicados a la oración profunda. Atención con su "Magnificat", que abre el disco y nuestros oídos a la experiencia de Isabella Leonarda, donde la liturgia gregoriana se une al sonido de su tiempo, atendiendo polifonía, disonancias, luces y sombras. De colección.

Juan Antonio Muñoz H.
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