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Mussorgsky/Chopin

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
Los "Cuadros de una exposición" es una extensa pieza escrita en 1874 para el piano. Esta fantasía dotada de una asombrosa riqueza de timbres es una de las partituras más bellas y originales de la literatura pianística del siglo XIX. Comienza con una Promenade - el paseo del pintor Hartmann por los pasillos de una exposición- , de sabor típicamente eslavo, que se repetirá alternadamente otras cuatro veces sin que nunca sea exactamente igual, la que sirve de enlace a diez trozos descriptivos sobre temas muy específicos anunciados con expresivos títulos. Así, "Gnomos" ilustra el grotesco saltar de esos hombrecillos contrahechos y malignos. "Il vecchio castello" presenta a un trovador que entona una doliente serenata. En "Tullerías", toda frescura y gracia, el oyente se encanta con el bullicio de los pequeños en los senderos del parque. "Bydlo" es el nombre del carro polaco de ruedas altísimas tirado por los bueyes, retratado con bajos graves y retumbantes. El "Ballet de los polluelos" que salen del cascarón es un Scherzo elegante de gracia festiva. Notable es "Samuel Goldenberg y Schmuyle", una caricatura que retrata genialmente los puntos de vista contrastantes de dos judíos, uno rico y otro pobre. "Mercado de Limoges" trae la pelea de dos mujeres en un trozo del mayor virtuosismo. En "Catacumbas" se describe la visita de Hartmann a dichos lugares en París, a la luz de la linterna; es una pintura de carácter también interior. El extraordinario "Baba Yaga" - el nombre de la bruja- proviene de un cuento popular ruso, cargado de misterio y de armonías irreales. Culmina la obra con la espectacular "La Gran Puerta de Kiev", de inmensa sonoridad.

Los diferentes estados anímicos y el contrastante mundo presentado en cada tema están insuperablemente expuestos por el pianista chileno, que parece haber hecho de esta obra una de sus grandes especialidades. No sólo se queda en una técnica asombrosa: deslumbra además por el espíritu que sabe infundir a cada uno de los trozos. Bravo siempre ha descollado en Chopin, y lo demuestra en las dos obras muy contrastadas contenidas en el disco, uno de los valses más conocidos y el segundo Scherzo, a nuestro juicio una de las obras capitales del compositor polaco. En resumen, un disco absolutamente imperdible. Grabado en 1979, en Londres, y recién aparecido en CD. Un disco Sony Music Entertainment bajo licencia del pianista. DDD.

Víctor Manuel Muñoz