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Descartes

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
Lo primero que hay que saber del último álbum de Silvio Rodríguez es que se trata de un recopilatorio que reúne quince temas descartados de otras grabaciones definitivas del músico. En esta colección de recortes, el cubano se entrega a interpretar con extremo convencionalismo canciones estrechamente vinculadas a la trova cubana, ese estilo que Silvio hizo casi personal e intransferible gracias a su extrema habilidad como guitarrista.

No están aquí los elaborados juegos armónicos de temas como "El rey de las flores" ni el empuje de "Playa Girón", " mayor" u "Ojalá".Sin más compañía que las seis cuerdas, desprovisto de cualquier otro timbre exceptuando ciertos frugales y precisos acompañamientos en armónica y percusión y el ocasional doblaje de su voz, van apareciendo canciones que hablan de amor y justicia social, dos temas claves en la extensa obra del isleño. Y mientras la vena amorosa se marca cada vez con mayor fuerza, la postura ideológica se desplaza en estas canciones desde la militancia unívoca a un humanismo amplio y esperanzado. La palabra "revolucionario" sólo aparece una vez, y en el contexto esquivo y romántico del tema "A caballo".

En "Descartes", la vieja trova de Rodríguez aparece libre de transformaciones e influencia alguna. Más solo que nunca, el músico va desgranando las tranquilas y desoladas melodías de sus poemas: el recuerdo infantil de "El trovador de barro negro", el ruego amoroso de "Paloma mía" o el homenaje literario en "La tonada inasible". Su interpretación es limpia y emotiva, sin sofisticaciones, giros ni sorpresas. Formas diferentes como "Romanza de la luna" o el ritmo caribeño de "Rosana" (que debería contarse entre sus mejores composiciones recientes) marcan algunos de los contados accidentes de la placa que, precisamente por su escasa novedad, puede seducir mucho más al viejo público de Rodríguez que cualquier otro de sus avances hacia cualquier otro destino.

Paula Molina