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Britten: “The Folk Songs”

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
Britten: “The Folk Songs”

S. Bedford / F. Lott, P. Langridge, T. Allen, C. Bonell, O. Ellis, G. Johnson. Collins Classics, 1995

Aunque el trabajo de Boris Alvarado en Valparaíso ha sido efectivo y aunque resuenen todavía en el Goethe-Institut los aplausos para “Fancie” y “Flower song” (“La violación de Lucrecia”) del concierto “Shakespeare in voice”, todavía Benjamin Britten es insuficientemente conocido y poco explorado.

“War Requiem”, en las versiones de Izquierdo y Del Pino; “A Ceremony of Carols”, a cargo de Ricardo Kistler, y la versión de Britten para “Dido y Eneas”, de Purcell, con Mary Ann Fones como la reina de Cartago y otra vez Kistler en el podio, son algunos ejemplos mayores que confirman el tremendo poder sugestivo de su música y la variedad que aporta en términos timbrísticos, rítmicos, referenciales y emocionales.

Obra hecha para degustar la lengua inglesa, está basada en complejas técnicas de composición, es inclasificable como estilo - salvo que se hable del “estilo de Britten”- y, a pesar de su dificultad, conquista al gran público porque no es difícil de asimilar, lo que causa profunda envidia en los partisanos del hermetismo.

La temporada lírica del Teatro Municipal de Santiago se abrirá en mayo con “Peter Grimes” (1945), ópera basada en un poema de Georges Crabbe (“The borough”), que incorpora la figura del outsider y que es un concentrado dramático perturbador y original. Junto a ello, el Colón de Buenos Aires anuncia el estreno sudamericano de “Muerte en Venecia” (1973), austera puesta en notas de las páginas de Thomas Mann, donde Britten aborda al atormentado personaje central desde su discurso interior, interrumpido por sus tropiezos con la belleza del joven Tadzio.

Son dos excelentes instancias para los melómanos, quienes pueden acercarse a Britten también por la oferta de este excelente disco triple que agrupa setenta y ocho canciones folclóricas (tres horas y 20 minutos de música) arregladas por Benjamin Britten, muchas de ellas nunca publicadas con anterioridad.

Son piezas que hablan de la personalidad detallista del compositor y de su respeto amoroso por el idioma y por el espíritu de las gentes simples de Gran Bretaña, animado por el clima de la costa, las islas o las Tierras Altas. La alegría de la participación comunitaria en el trabajo y la fiesta, la evocación de leyendas, el imperio del alcohol y la nostalgia son fibras de un tejido popular enjundioso e inteligente.

Los nexos son indudables, pues el auditor iniciado se conectará con ese “Orfeo Británico” que fue Purcell y de quien Britten se sentía heredero, y con las hermosas canciones del período isabelino, perfectas en su forma tan exacta.

Juan Antonio Muñoz H.
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