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A grand don´t come for free

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
A grand don´t come for free

Hay tanto disco nuevo prestigioso que resulta ser una lata, que los elogios a The Streets no tendrían por qué ser garantía de nada. Pero ante este disco se sucumbe incluso si uno no tiene información previa sobre sus gestores ni sus efectos. Es apabullante, en el sentido que sólo pueden serlo aquellos álbumes que, en su momento, desviaron al pop hacia terrenos vírgenes (Never mind the bollocks, Maxinquaye, Surfer Rosa, The Queen is dead), pues lo que importa aquí no es tanto la correcta ejecución de un estilo de vanguardia como la capacidad de sintetizar en canciones el Zeitgeist que sólo un artista de verdad puede captar y reproducir.

The Streets no es tanto un grupo sino el seudónimo bajo el cual trabaja Mike Skinner, un chico nacido en Birmingham y radicado en Londres que sólo conoce las miserias y glorias de la clase baja suburbana. Interesado en el hip-hop y la electrónica de garage, Skinner produjo hace dos años el alabado Original pirate material, un disco novedoso y muy incisivo que se parecía vagamente a la música del grupo The Fall, y que terminó inspirando a posteriores glorias del nuevo rap inglés, como Dezee Rascal.

Si ese álbum era interesante, A grand don´t come for free es ya el trabajo de un autor ante el cual no queda otra cosa que el asombro. Su sustento es un rap electrónico de bases muy duras, sobre las cuales Skinner y algunas vocalistas invitadas van como recitando las vicisitudes más pedestres de un chico de su condición. Se plantean las canciones como si fueran capítulos de una novela: un joven fracasado pierde mil libras y comienza un desastroso periplo urbano que incluye el agotamiento de la batería de su celular, el sobregiro en su cuenta corriente, un mal “subidón” de ectasy y la ruptura con su novia (quien, por cierto, le ha sido infiel con su mejor amigo). Una historia demasiado reconocible, que en este álbum adquiere categoría de epopeya y que Skinner es capaz de mantener en el más alto nivel de atractivo gracias a un trabajo musical imaginativo y diverso, que permite un soul suave en “I wouldn´t have it anyway” o un single de perfecta cabida radial en “Fit but you know it” (algo así como los Strokes dentro de una discoteque). Loops, sampleos de orquesta e instrumentos eléctricos le ayudan al autor a construir un álbum imperdible, y que combina su audacia con la más alta poesía. El tema más tranquilo y triste es “Dry your eyes”, en el cual Skinner relata los gestos exactos que adornan una ruptura amorosa: ella que mira al suelo, él que le toma la barbilla, él que le promete cambiar, ella que se da media vuelta y se va caminando sola, para siempre. Este disco se disfruta mucho más si uno es capaz de traducir las letras, pero incluso para un monolingüe el sonido totalmente original de The Streets es una parada obligatoria, si se quiere entender qué pasa hoy en los márgenes de Londres. Porque Inglaterra se parece más a esto que a Coldplay. Con todo lo preocupante y maravilloso que eso puede significar.

Marisol García C.

The Streets, “A grand don´t come for free” (2004, Atlantic)


1.It Was Supposed to Be So Easy, 2.Could Well Be In, 3.Not Addicted, 4.Blinded by the Lights, 5.Wouldn’t Have It Any Other Way, 6.Get Out of My House, 7.Fit But You Know It, 8.Such a Twat, 9.What Is He Thinking, 10.Dry Your Eyes, 11.Empty Cans.
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