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Álvaro Henríquez

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
Álvaro Henríquez

El paso de Álvaro Henríquez por dos bandas profesionales y su decisión (hace menos de un año) por sucederlas con un trabajo en solitario, se comprende al fin como un avance lógico y evolutivo cuando se escucha lo que el cantautor quiere decir ahora que no hay nadie con quien compartir los créditos de portada. Su debut solista es lo más transparente que el penquista haya grabado nunca, y no sólo por la obvia autorreferencia que supondría un disco "de autor" (finalmente, era también él el letrista de Los Tres y Pettinellis), sino más bien por el complejo balance entre delicadeza e intensidad que Henríquez ha logrado imprimirle a este álbum, y que es fruto de una sensibilidad demasiado aguda como para poder mantenerla cuando hay negociaciones de por medio.

Es un disco que lo retrata en todos los contrastes que tanto comentario pueden haber generado de su personalidad, aunque concentrados sobre todo en la música misma: incluso quien jamás haya escuchado hablar de Los Tres ni de sus maneras, se acercará ahora al universo estético de Henríquez, un compositor de referentes excepcionalmente amplios para la media chilena. Cómodo hace ya varios años en la estructura de canción, el penquista puede soltarse y ensayar exquisiteces: los quiebres delicados y a-lo-Beach Boys de "Vida o muerte", la cueca torcida (y parcialmente eléctrica) de "Barco y naufragio", el inquietante instrumental que es "Nicanor", y una canción de amor que no necesita letra ("Raffaella"). La ranchera de Tigres del Norte "Jefe de jefes" remata las prerrogativas con versos que asoman contundentes verdades entre broma y broma.
Es probable que, dentro de esas licencias, la cumbre esté en "Amada", una canción de versos indescifrables (¿es amor? ¿es despecho? ¿es hastío?), sin estribillo, y de inicio y fin abruptos; que concluye en el tipo de crescendo que tan bien le ha funcionado siempre al autor (pensamos en el final de "Traje desastre", por ejemplo). Sólo un compositor muy seguro de a dónde se dirige puede permitirse grabar canciones como éstas, y desde ese punto de vista es una bendición que Álvaro Henríquez haga al fin lo que quiera. En su combinación de géneros (y no de citas), en su sonido preciso y, sobre todo, en su imaginativo trabajo de arreglos (desarrollados junto a instrumentistas diversos, incluyendo integrantes de Café Tacuba y Los Bunkers), este disco es producto de una mente obsesiva y autoexigente. Si sale uno bien parado o no de una grabación emocionalmente tan intensa, es ya una pregunta-tópico del rock, y que los autores clásicos sortearon con más (Lennon) o menos (Wilson) prestancia mental. Lo que importa, sin embargo, son los efectos que música así tiene sobre un auditor cualquiera. Ésta es música que no puede escucharse sin un involucramiento emocional y que, por lo mismo, supera las categorías habituales de moda u contingencia. Aun más que los discos de Los Tres, es probable que este disco envejezca maravillosamente con los años.

Interesado en traspasar a sus canciones la vehemencia de opiniones drásticas, Henríquez es más hábil cuando sugiere ("Sirviente y no patrona"; una foto casi dolorosa de la autocomplacencia entre las estrellas televisivas) que cuando el blanco es más obvio ("Marcas en el alma", contra periodistas "con alma de serpiente y celos de maricón"). Pero es probable que sean los versos de autoexamen los que encuentren la venia de sus antiguos fans, pues es entonces que Henríquez logra una finura muy poco habitual entre los muchos autores que confunden dolor con victimización. "Recién cansado" es una revisión biográfica ("a mí me criaron en el campo", puede uno interpretarlo como una alusión a provincia) que concluye con versos dolorosos pero esperanzados, en los que el cliché del "tras la lluvia sale el sol", se encarna en un hombre
"cansado de quedar sin pan ni pedazo / viejo de vivir mil veces la vida", y que al fin opta por rejuvenecer.

Las canciones de Álvaro Henríquez ya merecen las interpretaciones infinitas que ocupan a los fans de los grandes autores, pero también les abren puertas sencillas a quienes tras ellas elijan encontrar simplemente compañía. Las puertas eran más estrechas en los discos iniciales de Los Tres, pero comenzaron a ensancharse a medida que el grupo comenzaba a cansarse de un éxito que nunca encontró competencia de peso. Entre un disco como el hermoso La sangre en el cuerpo (1999) y este primer álbum solista de Álvaro Henríquez hay una continuidad evidente, y que sólo produce más curiosidad por saber a dónde irá a concluir tan luminoso avance.

Marisol García C.

Álvaro Henríquez, "Álvaro Henríquez" (2004, Warner)


1.Sirviente y no patrona, 2.Vida o muerte, 3.Amada, 4.Le tengo dicho a mi negra, 5.Recién cansado, 6.Nicanor, 7.Jefe de jefes, 8.Tengo más alcohol que sangre, 9.Marcas en el alma, 10.Mátame, 11.Raffaella, 12.Barco y naufragio.

Duración: 40:45.

Banda estable: Pedro Araneda (bajo y guitarra), Rodolfo Henríquez (acordeón), Marcelo Cuturrufo (batería y piano).

Invitados: Francisco Durán (guitarras, órgano y dobro), Gonzalo López (bajo), Mauricio Basualto (batería), Emmanuel del Real (órgano y piano), Joselo Rangel (guitarra eléctrica), Quique Rangel (bajo), Ángel Cárdenas (chelo), Carlos Dos Santos (viola), Boris Del Río (violín), Esteban Sepúlveda (violín), Ricardo Álvarez (saxo barítono), Rodrigo Lemus (contrabajo), Richard "Pollito" Guerrero (batería), Rubén Gaete (piano), Olivia Henríquez (voz), Gonzalo Henríquez (percusión).

Composición, arreglos y producción: Álvaro Henríquez.