EMOLTV

La alegría y el duelo

La soprano inglesa actuará este viernes 14 de septiembre en la temporada de la Fundación Beethoven. Su programa esta vez habla de estos dos estados de ánimo y está compuesto por canciones del Renacimiento y el primer Barroco. “Cupido todavía anda por ahí y aún sigue ciego; así es el amor divino’’, dice.

12 de Septiembre de 2007 | 17:33 |
imagen

Emma Kirkby: sin sarampión y con discreción. La soprano británica estará en el Teatro Oriente.

Hanya Chlala

Ni ella misma tiene cuantificada su discografía; debe ser una de las más extensas de la historia del disco. Si se pone el nombre de Emma Kirkby en un buscador de Amazon o Tower Records aparecen más de veinte páginas, y en ellas no están, por cierto, las grabaciones descontinuadas.

Hace ya muchos años, algún incauto se animó a calificar su voz de “infantil’’ e “inexpresiva’’. Craso error, al constatar hoy los prodigios que consiguió extraer de partituras de Monteverdi, Arne, Dowland, Haendel o Haydn. Esta reciente Dama del Imperio Británico posee una de las técnicas vocales más depuradas de la segunda mitad del siglo XX y es una de las artistas con mayor capacidad para hacer adornos —disminuciones, trilli, cadencias—, a veces a una velocidad imposible de igualar. El material es cristalino, la afinación perfecta y sabe comunicar como pocas el sentido de las palabras y la profundidad de los afectos.

Después de estar en Chile en 1980, junto al laudista Anthony Rooley, Emma Kirkby (1949) regresó en junio de 2004 como figura estelar de la temporada de la Fundación Beethoven. Y ahora está de vuelta otra vez, también con Rooley, para un programa con obras del Renacimiento inglés dividido en dos partes: “Joy’’ (alegría) y “Mourning’’ (duelo, lamento). La figura central de este repertorio es John Dowland (1563-1641), compositor de detalles y uno de los más extraordinarios creadores de canciones de la historia de la música, a la vez que el músico que mejor pudo comprender las posibilidades expresivas del laúd.

—¿Ha escuchado el último álbum de Sting con canciones de Dowland?
—Me gusta mucho. Su voz es un excelente instrumento por derecho propio y la usa con verdadero respeto por Dowland; el resultado no se parece a nada de lo que nosotros hacemos, pero así está muy bien. Su lectura de las cartas de Dowland también me pareció conmovedora.

—¿Es posible un concierto Sting-Kirkby-Rooley?
—Sting ya ha hecho giras exitosas con un dulce coro de apoyo de jóvenes cantantes bien entrenados, al “stile antico”, de modo que quién sabe cuál será su próxima novedad. En este momento, sin embargo, está nuevamente ocupado con The Police por al menos un año más y después de eso cualquier cosa puede suceder; es una persona muy animosa y su próxima exploración podría ser algo totalmente diferente.

Alegría y duelo: cambio y aceptación


—La alegría y el duelo. En nuestros tiempos, ¿las palabras “alegría” y “duelo” tienen el mismo significado que en el siglo XVI?
—Creo que sí; esas palabras son eternas y se refieren a experiencias humanas universales. Cuando uno escucha las canciones que expresan esas emociones con medios muy sencillos, como una voz y un laúd, en un lenguaje que es naturalmente el de su tiempo, la mezcla de música evoca en quien las escucha aquí y ahora esos sentimientos de una manera sorprendentemente directa.

—¿El duelo es una condición perpetua o es sólo un momento en la vida? ¿Y la alegría?
—Cada canción tiene su propia historia; en nuestro programa, las canciones de duelo forman un ciclo, mostrándonos siete ángulos de una tragedia en particular: la muerte del príncipe heredero en 1613. De modo que sí, es un momento en el tiempo; pero ya que ninguno de nosotros puede huir de la muerte o el dolor por la muerte de un ser querido en nuestras vidas, el ciclo nos llega a todos de un modo personal. Las canciones de alegría son más caleidoscópicas; a veces nos sentimos exuberantes de felicidad, en otras ocasiones la esperamos, otras veces la ansiamos con ciertas dudas o incluso con resentimiento y en ocasiones la volvemos a encontrar después de períodos de lucha o pena. De tal modo, en ambas secuencias, la historia es de cambio y aceptación, el fundamento y la mejor solución para nuestros problemas humanos.

—¿“In darkness let me dwell” (Déjame vivir en la oscuridad) es la canción más sombría en la historia de la música?
—Yo no estoy de acuerdo con “opciones únicas”, pero es una canción maravillosa y es sombría.

El mayor revés profesional: sarampión


—Esta pregunta es un juego. Emma Kirkby como actriz. Su papel favorito… Julieta… Lady Macbeth..., Ariel… o nada con Shakespeare?
—Yo me divertí mucho a los 12 años interpretando el papel de Rosalinda (“Como gustéis”); es un personaje cálido, valeroso, apasionado y con sentido del humor. En aquella ocasión, sufrí la peor desilusión de mi vida; trabajé durante semanas en la obra y un día antes del estreno, ¡caí enferma de sarampión! Ningún revés profesional ha sido peor que ése. Creo que también me gustaría interpretar a Viola (“Noche de Reyes”). Me encanta cantar “She never told her love” en el que la pobre muchacha, disfrazada de hombre, le cuenta al duque, a quien ama en secreto, sobre una “hermana” que ha sufrido la misma suerte. Haydn lo expresa maravillosamente con todas esas capas de angustia sutil que se ciernen a su alrededor. ¡Y todo en el transcurso de dos minutos!.

—¿Música y drama son lo mismo? Cuando canta, usted siempre crea una gran escena…
—Sí. Uno tiene que ‘entrar en una canción’ y ‘ser’ el protagonista, viajando a través de la obra, dejando que cada desarrollo lo lleve a uno como si fuera por sorpresa al ideal clásico del Renacimiento de la improvisación; es decir, algo meticulosamente preparado y luego lanzado al viento en la interpretación para encontrar una especie de equilibrio mágico’’.

La “discreción’’ en la voz

—En los primeros días de su carrera, Schubert y otros compositores de Lieder integraron su repertorio. Más adelante, Monteverdi y todo lo que el mundo ya conoce. Hace pocos años atrás, se arriesgó con Mahler (la 4ta. Sinfonía) en Nueva York… ¿Cómo recuerda aquella experiencia? Pienso en la voz pura que brilló en el océano de Mahler… ¿Fue una idea de Roger Norrington?
—¡Schubert sigue siendo algo nuevo para mí! Si tengo la suerte de cantar con un piano de la época, los Lieder son una alegría, aunque conozco bien sólo unas pocas canciones. Lo de Mahler fue una experiencia fantástica y fue ciertamente idea de Sir Roger Norrington que funcionó con la perfecta acústica de Carnegie Hall y la exquisita delicadeza de la orquesta de St Luke’s; en los cuarenta y tantos minutos previos a mi canto, me senté en la parte de atrás junto a los timbales y el sonido era tan sorprendente que cuando llegó el cuarto movimiento, a pesar de mis nervios, salí flotando hacia delante sobre la Novena Nube (¡ciertamente noticias del cielo!). Pero en una sala moderna más común, con una orquesta moderna, tal vez las cosas no funcionarían tan bien para mí, aunque Mahler especifica que la orquesta debe acompañar al cantante de un modo muy discreto. La mayoría de los cantantes tal vez no precisen tanta "discreción" como yo… (bromea, refiriéndose a que su instrumento vocal no es de gran volumen). 

—¿Y Debussy? El sentido de las palabras, Verlaine…, la misteriosa suavidad de “Mélisande”… Emma Kirkby parece una opción ideal…
—Debussy utiliza el piano de un modo que adoro y realmente me sorprendió cuando canté “Bilitis”. ¡Cuán fácil es lograr un equilibrio! Sería aún más lindo hacerlo algún día con un Erard o algún otro piano de la época de Debussy…

El deber y el privilegio

—Pienso en su voz en relación con la palabra “cara”, en un sentido sensual; en “Freni le belle lagrime” (Abel) con la viola que lo corona todo con pasión; en la muerte de Dido (Purcell) en la que sucede lo mismo con el cello; la palabra “Amor” en el lamento de Ninpha (Monteverdi) que se remonta por encima del coro… El instrumento y la voz se convierten en una sola cosa. ¿Cuándo es posible lograr eso y de qué modo? ¿Es eso la verdadera vida,  la verdadera alma de la música vocal?

—La mayor alegría para mí es hacer dúo con voces e instrumentos de todo tipo, ya sea de viento (el vehículo, literalmente, del "espíritu") o las cuerdas (el punteo o arqueo de las tripas); es una emoción física, emocional y espiritual, y me siento muy feliz de haber podido en mi tiempo escuchar y responder a tantos de esos sonidos. El cantante tiene el deber y privilegio adicional de personificar las palabras; aun así puede extraer consuelo y fortaleza de saber que el efecto mágico de aquellas obras no proviene únicamente de su contribución sino del entretejido de todos los anteriores factores. De modo que por más culminante o angustioso que sea el famoso momento musical, ella o él pueden entregar su hebra con una relativa simplicidad y coraje.

—¿Qué es el “Amor” en el mundo de Dowland?
—Tiene tantas facetas como ahora o antes. Físicas, espirituales, desesperadas, bromistas, engañosas. Cupido todavía anda por ahí y aún sigue ciego; así es el amor divino.

—¿Conoce la canción de Nino Rota “What is the youth” para la película “Romeo y Julieta” de Zeffirelli? ¿Le agrada? El sonido es como de una canción del Renacimiento pero compuesta en el siglo XX…
—Me gusta mucho esa canción. La canté hace veinte años atrás y aún la conservo en mi memoria, pero es irónico que en películas como esa se de el más meticuloso tratamiento histórico a todos los aspectos salvo a la música ("en los trajes, hasta el último botón", como dice Anthony Rooley), pero rara vez hay un intento serio de aplicar este conocimiento experto a la partitura. En estos días, con tanto trabajo excelente de los musicólogos, es posible encontrar música históricamente apropiada... Pero  desgraciadamente, ¡¡¡eso no le reportaría al director musical ningún derecho de autor!!!’’.

—¿Qué cambios advierte en la música antigua y cuáles son sus esperanzas para el futuro? Pienso en la próxima generación de cantantes, en el número de músicos que irá en aumento, en la guerra sobre los distintos tipos de interpretación…
—Estoy encantada de ver que las nuevas generaciones se lancen a la escena; gente que en su adolescencia pudo escuchar toda la gama de interpretaciones desde las de la corriente principal hasta aquella hecha con instrumentos históricos, todo a muy alto nivel. Así ahora ellos pueden tomar sus propias decisiones. En algunos casos en particular, Bach por ejemplo, admiro la energía de algunos cantantes a los que en mi opinión se les exigía que cantaran su música de un modo demasiado fuerte, demasiado agudo y demasiado lento. Pero así y todo, lograban que esta música nos tocara. Me queda claro que los cantantes actuales, acompañados por las fuerzas barrocas, pueden ser mucho más libres y felices. Espero sinceramente que se formen algunos conjuntos vocales entre las nuevas cohortes de cantantes con conciencia histórica; esta música es un deleite total para cantar.