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Traspié sinfónico con Nagy

No es habitual lo que ocurrió esta noche. La Sinfónica iba en franco ascenso, pero tropezó con el enfoque de las obras que esta vez le dio el director húngaro. Punto a favor, la contralto Pilar Díaz.

14 de Septiembre de 2007 | 18:47 |
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Garth Knox: también le faltó.

Archivo

Sorpresa produjo el último concierto de la Orquesta Sinfónica de Chile, debido a los débiles resultados observados, y todo ello en una agrupación que iba en indeclinable ascenso en cuanto a calidad sonora. Sorpresa mayor aún, puesto que el mismo director, el húngaro Zsolt Nagy, había logrado un gran éxito en su primera presentación.

El “Vals de Mefisto N° 2” de Franz Liszt dio inicio a la jornada. La obra es un verdadero poema sinfónico que describe las andanzas de Fausto con Mefisto, donde el poder del personaje induce a su pupilo, a enamorarse y luego bailar “endemoniadamente” con el sonido de su violín.

Nada de esto apareció en la versión de Nagy. Ni la fuerza, ni el ambiente fantástico que la envuelve, con unas pausas y rittardandos que anularon la tensión, mientras que el tema central fue abordado “amablemente”. Incluso el sonido de la orquesta fue opaco y con fraseos poco claros. Sólo recordamos como acierto el sugerente inicio en las cuerdas.

La viola británica

La primera parte finalizó con el “Concierto para viola y orquesta” de Bela Bartók, con el escocés Garth Knox, como solista. Lo más rescatable de su versión fue la expresividad del segundo movimiento, donde se apreció su musicalidad. Pero ese día, tanto su afinación como las partes ágiles no fueron precisas.

Además creemos que no contó con una colaboración adecuada del director, quien sólo se limitó a marcar entradas, dejando la intencionalidad en manos de los músicos. Eso afectó los fraseos entre solista y orquesta. Knox, ofreció como encore un aire popular escocés de gran belleza, tocado con exquisita musicalidad.

Si pensamos que la “Cantata Alexander Nevsky” Op. 78 fue originalmente la música incidental para la famosa película de Sergei Eisenstein (que relata la resistencia del héroe ruso contra de los invasores de su patria), destinada a exaltar el espíritu patriótico, podemos deducir que Serge Prokofiev (su autor), escribió una poderosa obra, llena de elementos descriptivos, tanto sicológicos como incidentales.

Y fue precisamente esta fuerza la que faltó en la versión de Zsolt Nagy, pues que ni el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, dirigido por Hugo Villarroel, ni la orquesta llegaron a producir la atmósferas requeridas.

El coro cantó como si se tratara de una obra clásica, con un sonido tal vez bonito, pero muy insuficiente, y sobre todo sin fuerza expresiva, siendo superado muchas veces por el sonido orquestal.

La cuerda de bajos no tuvo ningún perfil, Las sopranos, bastante al límite en los agudos. Los tenores, sin brillo. Sólo las contraltos sobresalieron con algunas de sus frases, con un timbre adecuado. Además, el coro se vio afectado por los gestos poco claros del director y por continuos cambios de tempi, que los desconcertaron. En tanto, la orquesta, a ratos estridente, tuvo entradas imprecisas y se vio bastante desbalanceada en el sonido entre familias.

Pilar Díaz: brava

El gran contraste se logró en el sexto número “El campo de muerte”, que cantó Pilar Díaz. Ella, y de memoria, dio el justo tono de dramatismo interior que posee esta bellísima parte. Su hermoso timbre se paseó por las progresiones dinámicas con derroche de musicalidad y fonética precisa, emocionando a un público que al finalizar la aplaudió hasta con “pataditas” y gritos de “brava”.

La orquesta, contagiada la acompañó magistralmente con cuerdas y maderas. Nos cuesta entender estos resultados. Pensamos que estas obras no están en el espíritu o el repertorio del director, dado los enfoques poco claros mostrados, ya que los mismos conjuntos han realizado magníficas presentaciones de la obra en otras temporadas.

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