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La levedad en la perfección

Aquí no caben las dudas en cuanto a la técnica. Nada más resta entregarse al insondable misterio del arte, a través de la poesía y la música.

20 de Septiembre de 2007 | 10:27 |
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Maestra en la interpretación de canciones, la británica deslumbó al público con alegrías y lamentos.

El Mercurio

Asistir a un concierto de la soprano británica Emma Kirkby y el laudista Anthony Rooley es una experiencia que introduce al auditor en los caminos de la sutileza y de la poesía más profunda y donde la perfección es una constante.

Aquí no caben las dudas en cuanto a la técnica. Nada más resta entregarse al insondable misterio del arte, a través de la poesía y la música, de la mano de Emma Kirkby y Anthony Rooley.

Monteverdi dijo alguna vez: “sea la música esclava de la palabra”. No obstante pensamos que en este caso no hay esclavitud alguna. Encontramos la perfecta unión  entre ambas artes, complementándose en diálogos exquisitos, donde la emoción está siempre presente.

El auditorio casi no respiraba escuchando el suave sonido del laúd en sus más ínfimas ornamentaciones, así como las certeras articulaciones e inflexiones de la cantante, quien con estupenda fonética plasmó tanto la “alegría” como el “lamento”, que fueron las temáticas de este recital.

Canciones de John Dowland, Thomas Campion, John Coperario (Cooper) y obras para laúd de Anthony Holborne constituyeron el programa, en el es muy difícil establecer categorías de excelencia.

De la primera parte dedicada a la “alegría”, mencionaremos la sutil invitación de “Come again, sweet love doth now invite”, el teatral “Mr. Dowland´s Midnight” o bien el etéreo y a la vez terreno de “Tell me true love” y la picardía de “Come away, come sweet love”.

Las canciones dedicadas al “lamento” de la segunda parte, son una verdadera experiencia estética, por las variadas emociones que suscita. Estas van desde la indagación de todas las formas del dolor en “O Griefe! How divers are thy shapes”, o esa cima expresiva que es “Tis now dead night” en su magnífico uso del texto.

Los contrastes expresivos de “Fortune and Glory may be lost and won”, la angustia profunda de “So parted you” y el manejo de las pausas y silencios de “How like a golden dream”.

Anthony Rooley, interpretó con excelencia técnica y expresiva dos “Pavanas” de Holborne, el “paraíso” en la primera parte y los “funerales” en la segunda de la “Condesa de Penbroke.

Como el público no cesaba de aplaudir, los visitantes regalaron otra obra de Dowland, cuyo impresionante y sutil final, serán difíciles de olvidar. Una presentación que maravilla una vez más, ratificando cada uno de los valores que nos han mostrado en ocasiones anteriores.

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