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Mambo, cha cha cha y confusión cultural

Ha vivido en Chile durante la última década, la misma que ha pasado desde que fundó Señor Coconut, pero el músico alemán Uwe Schmidt estrena ahora en vivo en Santiago un sonido que ya ha exportado al mundo: la orquesta tropical que comanda desde su laptop. Toca este sábado en el Teatro Oriente.

06 de Octubre de 2007 | 16:55 |
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La voz y el ingeniero: Argenis Brito y Uwe Schmidt encabezan el estreno de Señor Coconut y su Orquesta en Chile, este sábado 6 de octubre a las 22 horas en el Teatro Oriente de la capital (Pedro de Valdivia 099, Providencia).

La fusión cultural se ha vuelto una franquicia del mundo posmoderno, pero Uwe Schmidt tiene una propuesta más divertida: la confusión cultural. Ciudadano alemán radicado en Chile desde 1996, Schmidt mantiene desde Santiago una carrera como músico y productor a escala mundial, y es el hombre tras Señor Coconut, nombre con el que ha grabado canciones de fuentes tan diversas como el rock pesado o los sonidos electrónicos de Kraftwerk transformadas en salsa, merengue, mambo, cha cha cha o wawancó.

Diez años después de su debut, Señor Coconut y su Orquesta debutan esta semana en Santiago, como un elenco de siete músicos danseses, alemanes y sudamericanos, con el cantante venezolano Argenis Brito y el propio Uwe Schmidt, y con el repertorio de los tres más recientes de sus cuatro discos: El gran baile (1997), El baile alemán (2000), Fiesta songs (2003) y el flamante Yellow fever (2006), dedicado al repertorio del trío japonés Yellow Magnetic Orchestra, integrado entre otros por Ryuichi Sakamoto y precursor de la música tecno en los '80 junto a grupos como Yello o los propios Kraftwerk.

-La organización de la banda es un poco compleja, muchos tienen sus propios proyectos y cada uno tiene su pega aparte -precisa Schmidt, con un acento ya acuñado y natural entre el chileno y el alemán-. No es una banda internacional de las que tocan todos los fines de semana y todo el año. Son músicos contratados, amigos, gente que vive en diferentes ciudades, y es un factor que limita un poco. Ensayamos y ellos tocan básicamente a partir de notas.

-¿Partituras?
-Hacemos un par de ensayos y con eso basta. Son músicos profesionales, algunos son profesores de la Universidad en Colonia. Cuando uno no puede tocar en una gira de tres meses ésa es la mejor dinámica.

-¿Echas de menos más la rutina de tener una banda estable?
-Todo este proyecto de Señor Coconut tiene una dinámica bien especial porque no es tan planeado. No es un negocio, no hay un masterplan, pasa una cosa y después otra, es lo que me gusta del proyecto. Cuando saqué El baile alemán (2000) en Alemania yo sabía que el sello me iba a pedir promocionar el disco, y sabía que, como era gente más del ámbito de la música electrónica, del techno, iban a pensar en una gira con un laptop. Tal cual fue. "¿Por qué no vas de gira tú con tu laptop?".

-Bueno, ¿así es como fue hecho el disco?
-Sí, el disco fue hecho en mi computador. Fue un paso. Pero una cosa que sabía de este proyecto es que no quería tocarlo así. Un tipo solo haciendo esta música es fome para el espectador verlo. Yo había estado solo en esta escena por casi diez años y quería algo diferente. Con esta música cambié, hubo un crecimiento, un desarrollo de otros intereses, de involucrar a otra gente. Yo aprendo un montón trabajando con músicos que son profesionales en sus áreas, cosas que nunca supe que existieran. Entonces quería eso: una banda, tocar con gente, estar de gira, no estar viajando solo yo con mi laptop. Que lo hice por muchos años y es un poco como el lonely cowboy, que viajas y tocas solo. Tiene su gracia también, pero estaba un poco cansado. Dije al sello "Quiero una banda", y se volvieron locos. En esa época mucho más. Todos estos proyectos, de (el músico estadounidense) Herbert con big bands, no existían.

Sample, sampler y sampling

El gesto (sampling) de tomar una muestra digital de sonido (sample) con un teclado emulador (sampler) para reproducirla y procesarla ha sido esencial en los inicios de Señor Coconut, pero el uso de esa técnica ha evolucionado con el tiempo, dice el productor.


-El primer disco es completamente yo con sampler -recuerda-. El segundo ya fue la idea de hacer canciones, de Kraftwerk. Analizar la canción y reconstruirla a base de samples, que era todo máquinas, y era un trabajo de chino. Para Fiesta songs quería otro paso. Y de hecho grabé a músicos en Dinamarca y aprendí un montón también ahí, porque hablé con ellos, les canté las cosas que quería, como "Smoke on the water" (el éxito de la banda rockera Deep Purple) y pom pom pom, y ellos me miraron y tocaron y llegué a casa con miles de partes y tomas desordenadas. Y lo que montamos fue como un patchwork entre grabaciones y el computador.

-¿Y cómo fue para Yellow fever?
-Después de Fiesta songs tampoco quería hacerlo así de nuevo. Para Yellow fever trabajé con el vibrafonista, que vive en Colonia, que es joven, cacha la onda, hicimos los arreglos juntos, le explico un poco las ideas mías, de estilo, de texturas, de qué melodía toca qué instrumento y él trabaja en los arreglos y las notas y los distribuye en las voces de la orquesta habitual. Inventamos  la dimensión de la orquesta, y después yo lo proceso de nuevo con samples. De repente una grabación de nosotros se mezcla con un sample de Tito Puente y no se nota, ésa es un poco la gracia.

-¿Es decir que para este disco usaste más instrumentos tradicionales?
-Para mí la época del sampling como postura pasó hace muchos años. El sampling es utilizar una información libre sacada de cualquier fuente, es una cosa más bien de los '90. En ese tiempo el sampler era bien crudo, simplemente (se copiaba) un hit, una caja, un hu ha, era divertido porque era nuevo, raro. La gracia era lo artificial. Después en los '90 fue mucho más complejo, y el sample todavía era una cita. Pero para mí todo eso cambió mucho a fines de los '90, cuando empecé a trabajar en el segundo disco del Señor Coconut y uno empezó a grabar en disco duro. Ahí desaparece la definición de sample. La palabra sample significa prueba.

-Prueba, muestra.
-Y cuando uno graba en disco duro la capacidad es ilimitada, ya no hay pruebas. Da lo mismo de dónde sacas la cosa. Por eso no veo tanto por qué desde afuera la gente cree que para un "músico electrónico" es un paso grande grabar un piano o una batería.

-¿Es una fuente más?
-Sí, esa diferencia entre instrumento real, grabado, robado, en los hechos ya no existe. Y es un poco ridícula. Yo tengo la idea de un sonido, una imagen, un arreglo que quiero y ahí pienso cómo lo consigo, si lo puedo hacer yo o si es más eficiente grabarlo. Esa distinción entre acústico, real, me da un poco lo mismo. Sólo depende de qué me conviene. Por ejemplo, los vientos y las voces son instrumentos que en mi opinión no se pueden emular. Es mucho trabajo y la pregunta es para qué: ¿solamente por hacerlo?

-¿Conocer el mambo o el cha cha cha tuvo que ver con tu llegada a América, a Chile?
-Señor Conconut no tiene nada que ver con Chile, es importante decirlo. Hay una mezcla de seudo biografías mías en Internet y visto desde afuera la gente no sabe qué es Chile y qué es Brasil y creen que acá se baila cha cha cha en las calles. Eso obviamente no es así. Yo llegué a Chile con el primer disco listo de Señor Coconut y el segundo ya en mente. La idea nació un poco cuando viajé a Costa Rica en 1992 ó 1993. Y todo ese tiempo antes en Alemania, en Frankfurt, la presencia latina y la música de salsa, mambo, tenía un toque de world music, del Tercer Mundo, escuchado por estudiantes de sociología vestidos con ropa hippie, que encontré muy fome y no me gustó.

-¿Y en Costa Rica fue distinto?
-Fui para allá no con la intención de conocer algo. Me topé en la calle con la música. En esa época escuché a El General, entonces ahí tocaban el pre reggaetón, raggamuffin, y mucha salsa, merengue, en la calle, en las micros. Señor Coconut es una ficción, el personaje es una ficción y el cha cha cha y el mambo son referencias históricas muy específicas, de los años '40 y '50.

Gonzalo Martínez, exilio y cumbia

Aunque el cantante de Los Prisioneros, Jorge González, y el propio Argenis Brito ya han colaborado en los discos previos de Señor Coconut, Yellow fever bate también un récord en la cantidad de invitados: ahí figuran los músicos alemanes Mouse On Mars y Schneider TM, el productor japonés Towa Tei (de Dee-lite), Jorge González, Cecilia Aguayo (del disuelto grupo chileno Jardín Secreto) y los tres ex integrantes de la propia Yellow Magic Orchestra: Ryuichi Sakamoto, Haruomi Hosono y Yukihiro Takahashi.

-Éste es un disco mucho más complejo -dice Schmidt-. Comparado con "Smoke on the water", que es casi un chiste musical de dos acordes, estas canciones de Yellow Magic Orchestra son otro mundo. Y una idea mía era invitar a muchos amigos míos que viven en todo el mundo, gente que conozco hace muchos años, y distribuir ideas simples, mandarles pedacitos chiquitos con una explicación de lo que estoy buscando. La idea era que lo que me llegara de vuelta no iba a ser idéntica a mi idea. Quería otro input desde afuera.

-¿Cómo fue trabajar con los propios Yellow Magic Orchestra?
-Con Hosono ya hice varios discos con su sello en los '90. No quiero decir que soy amigo de él, pero nos conocimos hace diez años, estaba en mi casa acá en Santiago en el '97 y grabamos juntos acá. Y al mismo tiempo Sakamoto me invitó hace cuatro años a participar en un concierto que hace en Internet, como una cadena de música, así que también estábamos en contacto por algunas cosas. Me pareció fantástica la idea (de trabajar con ellos), realmente encontré un poco atrevido preguntarles, porque allá en Japón son estrellas, ultra famosos, y al trabajar con japoneses hay una cadena de mando bien específica, uno no puede simplemente llamar a Sakamoto diciendo "aquí estoy". Hay mucho ritual entre medios.

-¿Y cómo fue volver a grabar con Jorge González?
-Es que el Jorge es como un léxico, un diccionario de música caminando, en vivo. Él sabe de mucha música y uno casi puede hablar con él sólo silbando canciones. Entonces obviamente conocía a Yellow Magic Orchestra y estaba ahí como amigo y músico.

-Jorge González fue parte del dúo Gonzalo Martínez en 1997 en Chile, uno de los primeros en tocar cumbias con bases electrónicas. ¿Cuál fue tu relación con ese grupo?
-Curiosamente Gonzalo Martínez fue mi idea. La cosa es que Martín Schopf (músico chileno radicado en Alemania, conocido como Dandy Jack y el otro integrante de Gonzalo Martínez), con quien yo vine a vivir a Chile y compartí la misma casa, cuando regresé de Costa Rica en el '93 él me mostró música latina. Él obviamente tenía mucha más cultura en ese sentido, sus padres fueron exiliados (de la dictadura chilena), vivieron en Berlín y él me pasó una copia de una cinta que tenía su madre, que sonaba pésimo, era como un artefacto histórico, pero contenía puras cumbias colombianas de los años '60, '70. Y yo lo copié.

-¿Cuáles eran?
-Eran las mejores cumbias de esa época, canciones muy lindas, "La piragua", todas las que están en Gonzalo Martínez (el disco que el grupo grabó en 1997, Gonzalo Martínez y las congas pensantes). Eso fue el '94. Mi idea de hacer algo como Señor Coconut ya estaba presente, sólo que no sabía cómo hacerlo. Entre el '93 y el '96 estaba tratando de hacer algo latino, y le dije a Martín que me gustaría hacer cumbia electrónica, ulitizar estas canciones y hacer arreglos nuevos. Después hicimos otra cosa, nos cambiamos de casa y él al final hizo toda esa historia con Jorge González. Y ellos dos como tenían una visión juntos, vivían en la misma casa, hubo una energía productiva.

-¿Pero igual tuviste que ver con ese disco?
-Yo no tenía tiempo y estuve un poco apartado del proyecto. Era muy "latina" la onda como se hizo el disco. No entendía en esa época qué estaba pasando. Era entre medio de ene fiestas, era una manera de producir que no era la mía. Yo soy mucho más alemán para mis cosas -sonríe-: "éste es el plan, ésa es la idea, pum, pum, mañana quiero el resultado". Yo no me metí. Pero sin duda ése fue el origen, de alguna manera, no sé si Martín se acuerde, porque es una de las cosas que uno dice no como si fueran un plan. Encuentro genial que se haya hecho, fue un poquitito después del primer disco del Señor Coconut. Mucha gente no sabe que que tuve algo que ver con eso. Ese disco se trató de sacar en Europa, y no es que haya fracasado, pero comparado con lo que ellos tenían en mente musicalmente ese disco no se entendió. Eso fue incluso antes de El baile alemán. Fue un poco el momento en que se marcó el estilo, la categoría.

-En estos días han estado viniendo a Chile otros grupos similares a Señor Coconut, que hacen nuevas versiones de canciones en ritmos latinos: vino Nouvelle Vague, ahora estuvo Bossa n' Stones… ¿Qué te parece esa coincidencia?
-Para empezar digamos que ellos son parecidos a Sr. Coconut y no al revés. No quiero ser arrogante ni pretencioso, pero creo que éste fue uno de los primeros, o quizás el primer proyecto, del '96 o '97, que se atrevió a hacer algo así. Hay que saber que realmente nadie estaba haciendo eso. Hacer canciones, en comparación con los tracks del techno, que no son canciones, no era muy habitual. No existía. Nouvelle Vague creo que es casi una directa copia al concepto de Señor Coconut, y de otras cosas, naturalmente. No es una copia directa, pero ahí hubo como una especie de trigger (gatillo) y ahí empezó la cosa.

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