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El público ya puede votar por su cuento favorito de "Santiago en 100 Palabras"

Se trata de una distinción que por primera vez posibilita a toda persona votar por uno de los 11 finalistas del concurso.

25 de Octubre de 2007 | 12:02 | El Mercurio Online

SANTIAGO).- A partir de hoy y hasta el 16 de noviembre es posible votar por uno de los 11 cuentos finalistas del concurso “Santiago en 100 Palabras” escogidos por el jurado, integrado por los escritores Alejandro Zambra (“La vida privada de los ángeles” 2007), Alejandra Costamagna (“Últimos Fuegos” 2006), y Roberto Fuentes (“Betto: El fantasma de mi abuelo” 2006).


Se trata de una distinción que por primera vez posibilita a toda persona votar por su cuento favorito a través del sitio web www.santiagoen100palabras.cl. El cuento con mayor cantidad de votos tendrá un premio especial, el “premio del público”, aparte de los lugares establecidos por el jurado (primer, segundo y tercer lugar, un premio especial al talento joven -dirigido a menores de 18 años- y ocho menciones honrosas).


Tanto el primer lugar, el “premio del público”, y el premio al talento joven ganarán pasajes, estadía y entradas para dos personas a los "Juegos Olímpicos Beijing 2008", proporcionados por BHP Billiton (operador de Minera Escondida), auspiciador oficial de las Olimpíadas.


El segundo lugar recibirá $500 mil y el tercero $250 mil. Además, todos los cuentos premiados serán exhibidos en trenes y estaciones del Metro, y serán impresos en 100 mil postales.

Cuentos Finalistas, aquí 5 en orden alfabético

CIUDAUTOS
Estaba en Merced con De La Barra cuando sucedió. Los semáforos se quedaron en rojo y los bocinazos se replicaron como campanas de iglesia. Desconozco el motivo, pero de un momento a otro las bocinas callaron, las personas de las micros y autos se bajaron y empezaron a caminar, alejándose, diciendo incoherencias. Se fueron sin más. Me quedé en la esquina viéndolos desaparecer y luego comencé a subir vidrios, apagar luces y motores. Activé alarmas y cerré puertas de micros, esperando que volvieran. Todavía mantengo todo limpio por si regresan, no quiero que noten los años que han pasado.
Elizabeth Cárdenas, 32 años, Quilicura


GATOS CON OFICIO
El gato la acompañaba siempre junto al canasto de los tejidos. La siesta la hacía sobre las faldas de la anciana. Sólo la abandonaba para ir a realizar sus necesidades fuera de la antigua casa. Una tarde la mujer mayor dejó de respirar. El gato tomó su lugar y, ya que había adquirido por años el buen oficio de tejer, continuó con un trenzado ovoidal y un trapecio zigzag en la parte delantera del chaleco.
Max Valdés,  44 años, Quilicura


IGUALDAD
Al final del día, todos usamos las puertas del metro como espejo.
María Teresa Bertucci, 20 años, Providencia


LA MUJER QUE SALUDA
Yolanda es una mujer que saluda. Saluda a sus ex compañeras de colegio cuando las encuentra en el supermercado, saluda al señor que pide afuera de su oficina, saluda a todos los que se suben al ascensor. Yolanda no tiene pudor al saludar y te pide el email o el teléfono con una honesta intención. Un día saludó a un actor de televisión que se le cruzó en la calle y saludó a alguien sólo porque tenía cara de conocido. Yolanda pasa todos los días a saludarme a mí. Yo le digo que se le nota mucho lo talquina.
Elisa de Padua Nájera, 30 años, Ñuñoa

ME GUSTAN LAS PELÍCULAS CON VOZ EN OFF
Imaginar que alguien explica mis actos cuando guardo silencio. Me gusta ponerme audífonos, cerrar los ojos, sentir que tengo mi propia banda sonora, y que el que está a mi lado es sólo un personaje de esos sin nombre. Me gusta imaginar que al salir del vagón hay un mundo esperando, que cuando subo a la calle la cámara está fija mientras me alejo, que la gente pasa rápido y gris frente al lente. Yo, en cambio, le doy la espalda. Un paisaje sin mucho contraste, suena una guitarra, una voz áspera… no hay créditos, simplemente la imagen se desvanece.
Jennifer Navarro, 23 años, Rancagua

MI INCREÍBLE PAPÁ
Vivo con mi papá en un pequeño departamento de Portugal con Avenida Matta. Trabaja todo el día y llega tarde a casa. Siempre anda con ojeras, pero sonríe cada vez que me ve. Me mete a la cama y se queda a mi lado contándome cuentos hasta que me duermo. Una noche fingí dormir y me levanté para ver qué hacía. Lo descubrí poniéndose su traje especial. Una peluca y maquillaje protegían su identidad secreta y en una cartera llevaba sus aparatos y artefactos. Así, enfundado en mallas, salía todas las noches. Mi papá es un superhéroe.
Diego Guzmán, 21 años, Providencia

NADIE TE PREGUNTÓ
“¿Sabías que el oso polar no es blanco? Es negro. No lo sabías, ¿cierto? Claro que no lo sabías”, me dijo un pequeño en el zoológico, burlesco, irritante, luciendo despectivo la insignia del grandioso colegio con el que su padre siempre soñó. Lo seguí hasta el foso del león. “¿Sabías que los leones comen niños?”. “Mentira, viejo ignorante”, respondió, mientras yo montaba su pequeña humanidad sobre mis hombros, arrojándolo a las fauces del animal e intentando esclarecer el dilema. “¡Este es un caso excepcional!”, gritó el niño, siempre pedante, justo antes de que el animal alcanzara su frágil cuello.
Eduardo Ávila, 25 años, Coquimbo

PUENTE DEL ARZOBISPO
He pasado el Puente del Arzobispo por más de seis décadas, esperando que en algún momento el viento se acuerde de levantarme la falda.
Eliana Castillo, 68 años, Providencia

SELLO
Primero fuimos al vertedero, posteriormente al Instituto Médico Legal, para terminar en la Posta Central. Sin dudas, ella era la indicada. Nadie en su sano juicio acepta a ir a esos lugares en su primera cita.
Rodrigo Yanzon, 33 años, San Bernardo

SIN PIE Y SIN INTERESES
Dormía el cojo bajo el Diego Portales.
Andrés del Olmo García, 21 años, Providencia

TRANSFERENCIA (PROYECCIONES DE UNA NIÑA AMBIVALENTE)
Se sentó junto a la muñeca. Examinó su cabello, sus ojos cerrados, y sobre todo, su sonrisa. Esa que falsamente se le extendía sobre el rostro, como si en verdad no tuviera ganas de gritar, como si estuviese satisfecha y confortable en su turbulento mundo interno. La odió. Estaba harta de ella, de que amara lo que odiaba de manera intensa, de que deseara con fuerza aquello que al mismo tiempo repudiaba, de que fuera tan irracional y ambivalente.
La arrojó por la ventana. A los 10 minutos fue a buscarla, porque la quería de vuelta.
María Carolina Riveras, 21 años, San Bernardo

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