El cantautor inclasificable. Trova rockera o rock acústico. Da igual. Su nombre es Manuel García.
ArchivoAlgo particular ocurre con Manuel García, algo que hace difícil clasificar su trabajo y su estampa. Hay en él una evidente inspiración en la trova, pero no tanta como para que su repertorio encabece el de un bar de Antonia López de Bello. Suena a folk, pero está lejos de ser el "Bob Dylan chileno". Acude al rock, aunque no se lo percibe totalmente cómodo en ello. Canta sobre el amor, pero no responde ni de cerca a la idea de baladista.
Sin embargo, en su faceta solitaria, el líder de Mecánica Popular ha logrado dar con una fórmula que lo acerca a seguidores de todas estas vertientes. Un público variopinto en edad y estilo que llegó el viernes al Teatro Oriente, en la primera gran presentación propia que el músico realiza desde la edición de su disco Pánico (2005).
Mecánicas de la canción acústica
La noche se abrió con una de las canciones que más se apega a esa mixtura. Se trata de "Insecto de oro", que tras un trovadoresco inicio con su voz y guitarra acústica, conduce a un epílogo totalmente folk, al que un violín y el solo del guitarrista Diego Álvarez aportan nuevas texturas.
Sin el paseo previo que usualmente da por sus temas más individuales, esta vez García ofreció un comienzo de banda, en la búsqueda de lo que llamó "nuevas lecturas de Pánico". Arreglos que a veces resultaron algo impertinentes, como el pertubador bombo introducido en "Hablar de ti", pero que en otras sorprendieron, como los marcados violines agregados a "Pánico".
Una dinámica grupal que llevó a su máxima expresión al final, en una eléctrica sección de Mecánica Popular, y de la que sólo se apartó para adelantar venideros temas a solas con la guitarra (como "Es bueno, es bello").
Momentos de exclusiva atención al escenario, opuestos a la mayor comunión que alcanzó con canciones como la coreada "La pena vuela" o su pequeño éxito "Tu ventana". El tema, segundo de la noche, mostró tempranamente un problema que García ya parece arrastrar: su canto agudo, al límite, por momentos es tan riesgoso que inevitablemente trastabilla y desafina.
Pero el contexto hace de esos ripios un detalle. El solo hecho de pararse con su nombre frente a un Teatro Oriente ya puede anotarse como un logro para un solista que, a diferencia de otros, no es regalón de nadie. No está en radios ni revistas onderas, ni es nombrado como su favorito por ningún actor de moda. García, en ese sentido, se ha hecho bastante más solo, lo que inevitablemente lleva a pensar en calidad. Y eso es mucho decir.