El barítono Patricio Sabaté fue uno de los solistas de la obra, junto al Coro Crecer Cantando
El MercurioNada puede ser más estimulante que ver cantar a un gran grupo de jóvenes. Y aún más si estos cantan música de las ligas mayores. Eso fue lo que ocurrió en el Teatro Municipal de Santiago cuando dos conjuntos juveniles, La Orquesta Nacional Juvenil y el Coro Crecer Cantando (reforzado aquí por el Coro de Estudiantes UC), interpretaron una versión reducida de “El Mesías” el oratorio de Georg Friedrich Haendel.
José Luis Domínguez estuvo al frente de la orquesta, mientras que la responsabilidad de los coros fue de Víctor Alarcón. El Coro Crecer Cantando, es el resultado de uno de los programas más exitosos que promueven el canto coral en la juventud, una iniciativa que cuenta con el apoyo de la Corporación Cultural de Santiago.
Lo importante es que el coro, que tiene voces aún en formación, es capaz de abordar obras mayores, como este oratorio de Haendel. Y el hecho de hacerlo con una orquesta bastante consolidada, y sobre el escenario del Teatro Municipal, no es cosa menor.
El estímulo estaba en un teatro lleno de ansiosos familiares y público general que quería escuchar una gran obra, y en donde además no es extraño que se produzcan saludos cómplices desde la platea hacia el escenario y viceversa. ¿Cuántos de esos asistentes habían escuchado algo del “Mesías”?, tal vez el “Hallelujah” o algo más. Por ello, éste es otro elemento a favor, pues se amplía el conocimiento del repertorio en un público tal vez nuevo.
José Luis Domínguez dirigió en forma bastante formal, preocupándose más por marcar las entradas de la orquesta que las del coro, sin profundizar en la expresión o en el estilo. Se produjeron así algunos desajustes rítmicos entre la orquesta y coro, sobre todo en las partes donde ambos llevan las mismas figuras de semicorcheas. En todo caso nada de mayor importancia.
La “Obertura” y la “Sinfonía Pastoral”, mostraron a las cuerdas bastante afiatadas, aunque con un sonido un tanto pesado para el estilo. Algo similar ocurrió con el resto de la obra, pero si consideramos que estos jóvenes se estaban enfrentando por primera vez, a una de las obras capitales de la música, creemos válida la experiencia.
El coro estaba bastante bien preparado y casi resistió bien la hora y media sin descanso de esta selección, porque se mantuvieron de pie durante ese lapso. Esto afectó el rendimiento de la segunda parte, donde la afinación se resintió en algunos pasajes, así como la prestancia vocal. Podemos destacar los fraseos y articulaciones, que fueron muy brillantes en algunos coros. Por supuesto el “Hallelujah” arrancó justas ovaciones, también por su interpretación.
Los cuatro solistas fueron la soprano Andrea Aguilar, de hermosa y firme voz. Cantó con bastante seguridad. Incluso en los momentos donde la batuta no fue muy precisa sus figuras rítmicas fueron de gran claridad. La contralto Sofía Pollack tiene un amable timbre que aún no afianza el color. En su desempeño fue irregular, con momentos precarios en el pulso y un desafortunado incidente de afinación en uno de los recitativos. Sólo por momentos fue posible avizorar su potencial.
Creemos que al tenor Jaime Caicompai lo superó la obra. Su entusiasmo no le alcanzó. Las semicorcheas fueron problema permanente y vocalmente este estilo no le acomoda. Le hemos escuchado mejores presentaciones. Patricio Sabaté, el barítono, no sólo aportó su hermosa voz. También estuvo impecable en estilo y asombroso en las coloraturas. Lamentamos el hecho de no realizar el “da capo” en su primera aria, que fue uno de sus tanto lujos.
A pesar de estas objeciones, no podemos dejar de alabar el tremendo entusiasmo de estos jóvenes solistas. En resumen, una estimulante presentación que el público agradeció con ovaciones y que mostró a un grupo de jóvenes incursionando con éxito en uno de los monumentos de la literatura de la música.