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The Joshua Tree (20th anniversary edition)

Esos U2 de hace 20 años se peinaban mal, sonreían poco, confiaban más que ahora en los riffs y todavía mantenían a raya la ambición electrónica de sus productores. Tenían en Bono a un líder aún ingenuo, volcado antes a su espiritualidad que a la conciencia planetaria.

13 de Diciembre de 2007 | 17:26 |

Las ediciones de aniversario de los grandes álbumes rockeros pueden dar pie a una celebración agridulce. ¿Sobrevive una banda al ingreso al panteón de grandes héroes del rock? ¿En qué condiciones la deja la gloria? ¿Se mira a la obra cumbre con orgullo imperecedero o con nostalgia por un vigor ya perdido?

Los U2 de The Joshua tree se peinaban mal, sonreían poco, confiaban más que ahora en los riffs de guitarra y todavía mantenían a raya la ambición electrónica de sus productores. Bien afirmados en el rock de raíz, tenían en Bono a un líder aún ingenuo, volcado antes a su espiritualidad que a la conciencia planetaria. Si a un buen disco lo define su carta identitaria, The Joshua tree fue un batatazo por cómo implantó mundialmente un sonido y un espíritu frescos, de difícil comparación. Con cuotas esperables de referencias temáticas (un tema de amor, "With or without you"; otro de introspección, "I still haven't found what I'm looking for"; otro de denuncia política, "Mother of the disappeared", y así) y construcciones melódicas para nada complejas, los arreglos de estas canciones eran, sin embargo, de una fuerza admirable, que persiste y que aún sacude, dos décadas después de su lanzamiento.

Esta nueva edición del álbum que hizo por primera vez global a una banda de Irlanda se ha presentado recién en tres formatos diferentes. Está el CD remasterizado y con un leve cambio en la carátula (más fotos y textos nuevos), un formato "deluxe" con lados B y rarezas de las sesiones, y un "box set" con todo lo anterior más un DVD. En los temas antes inéditos, pesan más los defectos que las virtudes del U2 de la época: "Luminous times (Hold on to love)" es un crescendo solemne que cree poder sintetizar en la garganta de Bono las complejidades del bien y del mal; "Walk to the water", una suerte de rap con harto suspiro y una guitarra que nunca llega a un clímax. "Drunk chicken / America" es un buen experimento de spoken word con frases antiimperialistas que dudamos Bono se atrevería hoy a pronunciar en Davos. "Race against time" es una pieza casi completamente instrumental; y "Desert of our love", una mala canción de amor que menos mal habían dejado guardada. Los fanáticos probablemente ya conocían la versión original de "The sweetest thing" o la versión de "Silver and gold" que se incluyó en un viejo compilado de músicos contra el apartheid (Sun city).

En todas estas canciones, lo mejor además de la voz de Bono, que no por grandilocuente la vamos a desechar es la gracia percutiva del señor Larry Müllen Jr., un baterista que probablemente ha tenido mucho menos reconocimiento del debido cada vez que se decodifica el sello de U2. Es un agrado volver a escuchar ese golpe certero e imaginativo, que Rattle and hum luego estandarizó y que los siguientes álbumes electrónicos moderaron. Habiendo tanta nostalgia por discos que no se merecen ni el saludo, es completamente legítimo que exista un tratamiento de lujo para un álbum que enderezó al rock de los años '80, engalanó a la canción conciente, y le regaló un espacio nada menor en el panteón rockero a una sencilla banda de irlanda. Quien hubiese imaginado entonces que U2 sería en veinte años un grupo con auspicios de computadores.

—Cristina Hynde