Rafael Casanova es ese músico invitado que durante algunos conciertos desde 2006 tocó en el emergente grupo pop rock chileno Teleradio Donoso, y que se veía siempre concentrado yendo desde los teclados a la guitarra. Aquí confirma una cosa y descarta otra. No hay más músico invitado: en Sensorama 19-81 él está a cargo de toda la música, y está a cargo solo, concentrado entre teclados, máquinas e instrumentos varios que producen esta primera colección de música sugerente para escuchar, para imaginar y para ver.
Son solo cuatro composiciones, pero cada una tiene un desarrollo propio, unitario, con efectos de sonido, ruidos cotidianos cortados y pegados que construyen historias, desde un reloj despertador matinal hasta la voz de la inconfundible señorita que con más entusiasmo lee el informe del tiempo en TVN todas las noches. Pero esa misma voz da luego paso a una melodía en piano cargada de tristeza, porque el funcionamiento de Sensorama 19-81 es múltiple: la última pista de este disco deja de ser una canción para transformarse de plano en una instalación, implacable por lo demás, pero este músico también está preocupado de componer melodías y armonías y de conjugar con cuidado timbres de pianos, teclados, percusiones y guitarras eléctricas que aparecen y desaparecen siempre a tiempo.
Rafael Casanova usa medios electrónicos pero lo mismo toca guitarras eléctricas o acústicas, y esa batería o esa flauta traversa que se oyen en "La última tarde de otoño" podrían ser tocadas de verdad o estar sampleadas y da exactamente igual porque lo que importa es lo bien que suena. La guitarra linda con que empieza la canción siguiente es por completo rústica, una guitarra de palo en la que se pueden adivinar los dedos del guitarrista, a tono con los grillos que cantan de fondo, y es la banda sonora perfecta para el cortometraje que cualquiera elija salir a filmar en su cabeza, sólo caminando y escuchando con cualquier rumbo. Si el cinerama, ese viejo invento de la historia del biógrafo, permitía ver películas en las pantalla panorámicas del cine, el sensorama de Rafael Casanova es más manuable y amable: deja verlas apenas empieza a sonar la música.