El joven director Vicente Larrañaga dirigió el concierto de fin de año en el Teatro Oriente.
El MercurioAnte un Teatro Oriente atestado de público se realizó el “Concierto de Año Nuevo” organizado por la Universidad del Pacífico y en el que participó la Orquesta Filarmónica de Chile, agrupación formada por antiguos músicos de la Filarmónica del Municipal, además de un grupo de invitados. El conjunto actuó bajo la dirección de Vicente Larrañaga, chileno que desarrolla su labor musical en Berlín. Como solista en el piano estuvo su hermana, Teresa Larrañaga.
A pesar de que la orquesta no tiene una labor contínua su sonido es homogéneo, y en lo fundamental se destaca el enorme entusiasmo de cada uno de sus integrantes. El atractivo programa consultó obras de Felix Mendelssohn, Wolfgang Amadeus Mozart y Ludwig van Beethoven.
El director posee un gesto y un concepto bastante claro de lo que pretende, obteniendo una respuesta siempre alerta de sus músicos. La hermosa obertura de concierto “La Gruta del Fingal” de Mendelssohn, abrió el programa. En ella podemos destacar el hermoso sonido general, sólo un tanto duro en los fortes, no obstante muy musical a pesar de la lentitud excesiva de la primera parte. La sección final nos pareció más de acuerdo con el espíritu descriptivo, siendo evidente el cuidado de los balances sonoros, sobre todo tomando en cuenta, que la orquesta solo cuenta con cuatro chelos y dos contrabajos. Algunos pequeños desajustes de ritmo no empañaron el éxito final.
Teresa Larrañaga abordó seguidamente el “Concierto N° 23 en La mayor, para piano y orquesta” de Mozart. Debió enfrentarse a un piano de afinación dudosa, lo que tal vez haya influido en su rendimiento. Ella es musical, pero tiene poco peso sonoro. En varias ocasiones el sonido de la orquesta la hizo desaparecer y pensamos que en esta ocasión su digitación no fue siempre limpia. Tal vez por la tensión demostrada durante su interpretación, es que su versión fue bastante circunspecta.
Los desajustes de ritmo entre la solista y orquesta, observados en los movimientos extremos desaparecieron en el poético “adagio”, donde se evidenció mejor la musicalidad de la solista. El rendimiento de la orquesta, fue óptimo en el tercer movimiento, el que fue llevado a una velocidad riesgosa para la solista. Los cálidos aplausos premiaron la actuación de los hermanos por sobre cualquier imperfección. Ellos dieron lo mejor de sí en esa interpretación.
Enérgica, buscando brillo instrumental, y de gran exigencia para los músicos, fue la versión de la “Sinfonía N° 7 en La mayor Op. 92” de Beethoven, que se escuchó como obra final. Luego de una introducción bastante rápida, casi con el mismo tempi que la sección central que le sigue, se desarrolló el primer movimiento, destacándose por su carácter enérgico y poderoso. Aquí, al igual que en el resto de las obras, los cornos tuvieron tanto fallas muy evidentes como frases muy afortunadas.
Los fraseos de las cuerdas al inicio del segundo movimiento, fueron musicales y sonoramente bellos, al tiempo que se observó una adecuada progresión dinámica, la sección central evidenció el hermoso sonido de las maderas.
Los dos movimientos finales, fueron una verdadera prueba para los músicos, ya que para abordar la velocidad impresa por el director, requirieron de la máxima concentración, y de ellos podemos decir que a pesar de algunos golpes poco musicales, el resultado final fue vibrante. Logró una estruendosa reacción del público que premió al director Larrañaga, y esta Orquesta Filarmónica de Chile, en el llamado “Concierto de Año Nuevo”, que ofreció a la ciudad de Santiago, la Universidad del Pacífico.