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Afuera

09 de Enero de 2008 | 02:42 |
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La cantante y autora chilena Magdalena Matthey es parte desde los años '90 de una generación que viene prestando atención a las raíces latinoamericanas, entre músicos como Entrama, Francesca Ancarola, Elizabeth Morris o Laura Fuentes, pero en su cuarto disco no sólo se diferencia un poco más de sus compañeros, sino sobre todo diferencia sus canciones entre sí. Se llama Afuera, pero es más aún un crecimiento hacia adentro.

Cada cosa que canta Magdalena Matthey aquí es un espacio distinto. Una canción profunda para empezar, con piano hasta donde alcanza la vista y una melodía de violín, da paso luego a muchas estaciones: el ritmo brasileño de "Almudena", la tonada de "Pa' qué te quiero yo", la cumbia de "Bartolo", los pulsos suaves de joropo y zamba en "Hasta que salga el sol" y "Mariposas", el bolero "No me dejes", el tono blusero de "Tú me hablaste de amor" o a la inspiración nortina de "Era una rosa", donde el músico argentino Pedro Aznar, aparte de tocar el bajo, no puede dejar pasar la ocasión de poner una segunda voz, y al escuchar que es una de las mejores composiciones se entiende por qué. 

No sólo son distintos ritmos. La misma cantante ha dicho que cada canción es un personaje, y ese reparto oscila entre la mujer madura que canta el bolero de "No me dejes" y la cuasi chamán que arma un ritual afro para la cumbia. La composición es otro buen sello, incluso si "Historia de amor" tiene una progresión de acordes mil veces escuchada en el coro: está reinventada por Magdalena Matthey. Y el credo de los instrumentos acústicos y latinoamericanos está renovado, bien usado y balanceado por la producción de Sergio Tilo González. Casi se pueden palpar los relieve del contrabajo de Pablo Lecaros y del piano de Sebastián Almarza en "No me dejes", con el detalle de un vinilo que crepita al fondo.

El primer instrumento es la voz de Magdalena Matthey, que también ha avanzado rumbo a la multiplicación. En una estrofa dice "Si ha de faltarme luz / prefiero a la luna", y es como si dos mujeres distintas hubieran venido a cantar cada verso, si no fuera porque al final son cuatro voces distintas las que tiene esa canción de comienzo a fin. Entonces Magdalena Matthey llega a aproximarse a Lila Downs en esa facultad de ser varias cantantes en una, todas distintas. Esa distinción ha venido siempre en alza con ella. Su debut fue como un primer ensayo después de dar la PSU; a partir del segundo disco sí fijó el rumbo actual con esbozos de guitarras acústicas que apenas empezaba a pulsar. Ahora, en el cuarto, ésta es Magdalena Matthey en amplitud y en profundidad.