Come porotos con mazamorra junto a su hijo. Es casi de noche y Tita Parra recién almuerza. Estuvo ensayando todo el día y los pilló el hambre. "Es que mañana tocamos", dice y sigue cuchareando un plato en el que se mezclan las legumbres con lechuga y cebolla. Una ensalada refrescante, como ella.
Se le escucha hablar y los cincuenta años que tiene se le notan poco. Cuestión de espíritu, podrán decir. O acaso sea la eterna juventud de aquellos que viven como artistas, en lugar de vivir para ser artistas.
Recientemente terminó su último disco, El camino del medio. Para ella, "El camino del medio" está presente en cada una de las canciones que componen el disco. "Es una mezcla entre sonidos electrónicos y sonidos de raíces, sonidos étnicos y acústicos muy puros. También está el sentido rockero y el jazzístico, lo latinoamericano y lo folclórico", comenta. Aclara que el camino del medio se puede traspasar a la música, "a los opuestos que están bien integrados".
Es viernes y Tita Parra comienza a hablar de la Nueva Canción Chilena. Destaca su legado y el papel que jugó su abuela, Violeta Parra, en la creación de este movimiento musical. Para la cultura eran tiempos difíciles y fue la compositora de San Carlos quien le dio un impulso a la música en los años '50 y '60. De ahí vinieron Víctor Jara, Patricio Manns y Quilapayún, entre tantos otros.
Tita se siente parte de un movimiento musical chileno actual. Viste de manera sencilla y está abierta a contestar las preguntas. De su vida, de lo que singnifica para ella Violeta Parra y de su último disco. Tita habla y camina por un sendero en el que prioriza su mundo interior por sobre la exterioridad. Las canciones le salen de adentro.
El legado de la señora Parra
Cantautora, guitarrista y tecladista, Cristina Tita Parra salía de gira desde pequeña con el cinjunto familiar Los Parra. De Violeta heredó las canciones y algo más que intenta describir como una transformación "en el curso de su propio desarrollo". Más allá de que reconoce fue una abuela simpática, admite que fue "una artista universal". "Esa trascendencia que es la Violeta hoy día, como que me engrandece también a mí un poco. Yo también me siento grande. Ahora me doy cuenta que tengo un legado. Ese amor que le entregan a Violeta, yo lo estoy recibiendo. Por eso es que yo también me he convertido en una especie de Violeta. Por supuesto que sin serlo", advierte.
Tita vive con su hijo Antar, con quien prepara las tocatas y conciertos. Su casa es la que fue de Violeta, en La Reina. "Claro que la casa ha cambiado harto. Antes era como de esas casas del Hogar de Cristo", compara. Ahora tiene tres baños. La familia usa un comedor situado en la terraza, junto a muchos árboles. Es una de las nietas de Violeta y de alguna manera siente que la representa. Su madre, Isabel Parra, tammbién es cantante.
"Todo viene de la música y de las artes de la Violeta. Todo este legado que yo tengo y toda la gente que me conoce, me aman y me cuidan a través de la música", dice y frunce el ceño como intentando decir con mímica algo en silencio, al igual que ocurre con el lenguaje musical de su último disco que, quiere ser, asegura, un equilibrio en todo sentido.
Musicalmente, heredó de su abuela las canciones que le produjeron "una tremenda luz en lo que es la creación, la composición, la poesía, la visión de la realidad, el oficio de hacer canciones y de comunicarse con el público a través de una canción", confiesa al aludir a las enseñanzas de la creadora de las famosas "Últimas Composiciones", un disco que Violeta creó en un estado de inspiración dado por la tristeza y la desolación. Indica que la marcaron las canciones más extrañas y poco conocidas de la más popular de los Parra, como las anticuecas. La música de Violeta "está viva en mi", señala.
Con todo, Tita no quiso adoptar el rol de una segunda Violeta. Buscó ser ella misma y venirse del exilio en Francia, donde estuvo cuatro años, a un Chile que la acogió sólo en un lugar aparte como Horcón. Pero el bajo perfil que tiene se lo debe, en gran medida, a la dictadura militar que la obligó a esconderse.
Un camino propio
Al hablar, tiene la voz más gruesa que cuando canta. En la grabación de su última obra se escucha una voz suave, melódica, que va abriendo surcos sonoros con el apoyo de sonidos electrónicos, y armonías que salen del jazz y del folclor, entre otras fuentes musicales.
La originalidad creativa la heredó de Violeta, admite. "Yo aprendí por osmósis, por estar al lado y convivir con una persona que es una genia de la invención y la creatividad", cuenta. Detecta un momento, un conjunto de circunstancias en las que aprendió a conocerse a sí misma. Aprendió a meditar, a hacer yoga, "a ser feliz, con dictadura o sin ella". Pese a todo, a haber dejado otras cosas como la carrera de filosofía, es la música la que nunca ha abandonado. "Me di vuelta por todas partes y me di cuenta de que ya no tengo conflictos. No tengo ningún drama en cantar las canciones de la Violeta y mis canciones".
Un camino de autoconocimiento que se manifiesta en estas creaciones. "No cuento muchas historias de la realidad. Hablo de mí, de estos procesos, de mi vida, de estas aperturas y alegrías". Para El camino del medio, Tita además está buscando un sello editor. "Es lo que estoy sintiendo ahora, sin forcejeos, es un reflejo de la Tita de hoy", dice. Aunque se siente identificada con este disco, también está abierta a nuevas experimentaciones musicales.
Describe el proceso de creación del álbum como "un parto lento". Ganó un Fondart y tardó tres años en terminarlo. El conjunto de experiencias que hay detrás de El camino del medio "tiene que ver con pensamientos nocturnos, amores, olvidos y abandonos", dice. "Descubrí que El camino del medio era como mi salvación en la vida". Ella pensó que esta canción que titula el disco era su propia sabiduría, y explica luego que con esta pieza ella enmarcó el resto de las canciones que contiene el álbum.
Admite que "no soy muy llorona. Mis canciones no son tristes ni deprimidas, porque cuando me siento así prefiero no escribir canciones. Cuando salgo de la pena, renazco con una canción", dice. Tita es tranquila. Mira a los ojos de manera pacífica. Detrás de El camino del medio hay un sentido de equilibrio, que para ella es el camino del interior, que es su centro. "Cuando te sales del centro, empieza el sufrimiento y el dolor, los castigos y las culpas. Siempre tienes que volver al centro. Es un concepto que existe en el budismo y en la filosofía zen. Es una imagen muy bella, porque finalmente todos tienen su propio camino del medio".
"Olas de luz", "Deleites", "Firmamento" y "Danza Violeta" son algunas de las canciones de este nuevo disco en treinta años de carrera. Pronto estará en las vitrinas. Por ahora sólo se le puede escuchar a través de Internet.