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Huellas de un ayer

08 de Febrero de 2008 | 17:50 |
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Mario Guerrero es un buen representante de su cuna. No de su Graneros natal, sino de un programa buscatalentos como "Rojo". Para ganar allí, como él lo hizo en la segunda generación de estrellas, hay que tener buenos pulmones y una mejor garganta, para alcanzar dificultosas tonalidades y no desafinar por ningún motivo.

Todo eso Guerrero lo demuestra en su último trabajo, Huellas de un ayer, un disco con diez temas clásicos del cancionero hispanoamericano reversionados según el dictamen mariachi. Se suceden así canciones como "Piel de ángel" (Camilo Sesto), "Evidencias" (Álvaro Torres) o "¿Y cómo es el?" (José Luis Perales), endulzadas con el rasgueo incesante de una guitarra, precisas cortinas de bronces y empalagosos violines.

Una apuesta sin dudas rescatable, pero que en ocasiones se torna un poco espesa. Y a eso el canto pulcro, pero aparatoso, de Guerrero contribuye todavía más. Junto a una quincena de tipos con sombrero de charro, el solista ha cocinado, sin sudar ni despeinarse, canciones que son verdaderos pasteles, dulces, gruesos y levemente resecos. Pero cuando las piezas parecen acabadas, Guerrero no se resiste a continuar puliendo las terminaciones: un poco más de crema en la superficie, unas líneas de chocolate y nuevas confituras para decorar, a través de sus irrenunciables prolongaciones y quiebres de garganta.

Detalles que para muchos no serán sorpresivos ni menos relevantes en un intérprete identificado como romántico, pero que adquieren importancia en alguien con los antecedentes de Guerrero. El cantante había logrado sobreponerse al prejuicio de su origen televisivo, e instalarse como legítimo relevo en la balada romántica local con su disco debut, en el que publicó los efectivos "Dime que sí, dime que no" y "Me gustas". Una posición de la que tal vez no se mueva con Huellas de un ayer. Guerrero no retrocede con este disco, pero tampoco avanza.

—Sebastián Cerda