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Mar dulce

21 de Febrero de 2008 | 11:51 |


Bajofondo Tango Club decidió hace poco tiempo reducir su nombre, y no sólo por facilidad gramatical. Si para este disco el conjunto binacional ha pasado a ser Bajofondo (a secas) ha sido porque, en palabras de sus integrantes, la categorización de "electrotango" comenzó a jugarles más en contra que a favor, sobre todo luego de que experimentos similares al suyo convirtieran la fusión en una moda algo irritante omnipresente en bares de diseño y campañas publicitarias modernillas.

Se entiende el recelo pero no tanto la explicación. Mar dulce muestra al colectivo de talentos argentinos y uruguayos ("del Río de la Plata", prefieren precisar ellos) abocados al desarrollo de una matriz instrumental que no podría definirse más certeramente que como la de tango interpretado por instrumentos electrónicos, por mucho que a veces se cuelen voces rock, quiebres hip-hop o determinados timbres acústicos. Ahora, como el tango es un género maravillosamente amplio (más bien una actitud han definido no pocos expertos), Bajofondo tiene cómo aprovecharse de un campo musical extenso, en el cual el tango es permiso para música de un dramatismo rara vez trabajado por nuestras estrellas contemporáneas de pop. Entiéndase lo de "dramatismo", por favor, como código de intensidad, de fuerza, de música efectivamente emocionante.

Una vez que uno ha entrado y comenzado a disfrutar sinceramente de este despliegue de pulsos en altibajos y fantástica diversidad de cuerdas y teclados, la irrupción de voces –¿acaso como una traducción del disco a un lenguaje masivo?– no siempre es bienvenida. Fernando Santullo (ex compañero de Juan Campodónico en Peyote Asesino) opta por una interpretación de impostado trasnoche (a-lo-Calamaro, si nos entienden) y Juan Subirá, de Bersuit Vergarabat, elige rasparse la garganta como si sólo eso supusiera intensidad. Mejor nos quedamos con la sobriedad de Gustavo Cerati en "El mareo" y la adictiva amenaza esperable de Mala Rodríguez en "El andén". Qué diablos hacen Elvis Costello o Nelly Furtado en un disco tan sudamericano como éste deja de ser un misterio si se considera que en Bajofondo milita un nombre del tamaño de Gustavo Santaolalla, quien ciertamente supera incluso a Cerati en prestigio musical ante el Primer Mundo. Podrá tenerse distancia hacia el oportunismo o la durabilidad de una fusión como la de Bajofondo, pero es innegable lo estimulante de su apuesta por el colectivo. Más que una banda, suena aquí un desfile de músicos, y si hay uno que nos suena raro, ya llegará otro que nos haga sentir mejor. En un mismo paquete y con nombres estelares involucrados, qué duda cabe que la oferta es conveniente.

—Cristina Hynde

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