Juegos florales: Salvatore Adamo en vivo en el Teatro Caupolicán, la noche del miércoles 20 de febrero.
Foto: Patricio Ulloa."Si alguien pregunta por mí estoy en el jardín", improvisa Salvatore Adamo cuando termina de acomodar en el escenario el enésimo de los ramos florales que lleva recibidos de parte del público, justo al lado del animal de peluche blanco tamaño XL que acaba de aceptar unos minutos antes. Eso genera el cantante belga, en la radio toda la vida y también en directo ahora: amor. Al final de este regreso a Chile en el Teatro Caupolicán va a quedar un jardín de rosas, claveles y otras especies encelofanadas como evidencia.
Dueño de un irreprochable cancionero melódico de fines de los '60 y comienzo de los '70, Adamo tiene cómo ser fiel a su historia además porque por encima de sus años su voz y su afinación están intactas para hacerlo en forma, con todos los énfasis y matices precisos. Seis músicos son su escolta esta noche, y aunque hay instrumentos característicos como acordeón, trombón, violín y cello incluidos, el carácter principal siempre está la melodía y la voz del cantante, en su galería de grandes éxitos.
Adamo trabaja rápido. Sale a escena, arranca con el manifiesto personal de "Es mi vida" y sigue con "Tu nombre", una nueva cima en "Porque yo quiero", una primera cumbre en "Era una linda flor" y otro acierto en "Un mechón de tus cabellos". Ya presentandos los regalos, se da tiempo para canciones más recientes, que en todo caso este público conocedor también sabe corear, y no deja de intercalarlas con imperdibles como "En bandolera", "Inch Allah" y el cierre con la siempre dramática "La noche", la inocente "Mis manos en tu cintura" y el instinto rockero y go-gó de "Mi gran noche". Un tipo fenomenal.
Sobriedad es su sello, con un traje negro y las palabras de buena crianza para dedicar tanto a los más de tres embajadores presentes en la platea como a los más de cinco mil seguidores que han venido a verlo. La expresividad se nota en los pequeños pasos de baile que ensaya al comienzo o en su gestualidad casi mímica. Pero la pasión la pone la audiencia, en los hombres adultos que corean estas canciones en cancha y galería, en una mujer que llora pañuelo blanco en mano mientras Adamo canta "Ah maman" y en cada vez más señoras que corren por la platea del Caupolicán con la compostura perdida para besar al ídolo, que aparte firma un autógrafo en escena y hasta interrumpe "Mis manos en tu cintura" para saludar a una fan y recibir un último ramo. Flores por canciones. Cada uno tendrá algo que llevarse a la casa después de esta noche.