"La calma es el nuevo ruido". La frase, era el título de un disco de 2005 de los noruegos King of Convencience y es probablemente el último gran manifiesto de la música pop contemporánea. Guitarras acústicas, voz tímida y finos arreglos de metalófono, teclados y plumillas, eran los fundamentos de esta tendencia conocida como "nuevo folk". No por nada el soundtrack de la película "Juno", que se estrena esta semana y es candidata al Oscar, es totalmente acústico.
El problema es que como todo revival, la distancia entre influencia e influenciado es, a veces, abismal. Entre Nick Drake y Devendra Banhart, por ejemplo. O el recurrente guiño a Víctor Jara o Violeta Parra en los nóveles compositores nacionales que suenan más bien a lo que ellos creían que sonaban ambos compositores, sin tomarse la molestia de escuchar sus discos. Como si desenchufarse y ejecutar un arpegio fuera un desvío estético en lugar de una postura emocional.
Por eso escuchar la voz de Aorah es todo un alivio. Compositora hispano-inglesa, cuyo verdadero nombre es Irene Tremblay y que es una fiel representante del poderío que se puede lograr cuando tienes algo que decir. Una muchacha que ya en su disco No podemos ser amigos (2002) desplegaba una intensidad, elegancia y sobre todo melodías, (a veces dulces, otras amargas) sin caer jamás en el sentimentalismo ramplón. De hecho la voz de Aorah suena fuerte en lugar de esconderse detrás los excelentes arreglos cercanos al dream pop de The Sundays.
El día después (2007) arriesga la apuesta al incorporar baterías y más electricidad a estas canciones de amor, miedo y asco, como "En los días cuerdos", "Nada" y la misma "El día después", donde reconoce el ahogo que provocan los sentimientos. Y hay que ser muy talentoso para que la frase te quede dando vueltas en la cabeza y no sea una cursilería. Despojada y con canciones que aprietan la garganta.
—JC Ramírez Figueroa