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A 40 años del heavy metal

En 1968 Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath crearon un estilo suceptible a la caricatura. Sus fans más fundamentalistas, como niños chicos, rasgan sus negras vestiduras y acusan a cualquiera que se tome una foto promocional de "vendido". Felices cuarenta, rock pesado.

29 de Febrero de 2008 | 15:35 |

Uno:
El heavy metal y sus ramificaciones -death, grindcore, power, industrial, speed- siempre han tenido algo de infantil. Una pulsión preadolescente reflejada en sus letras (sangre, heroismo de lucha libre, escapismo) y estética (pelo largo, camisas negras de estampados monstruosos, motocicletas). Parece una caricatura, pero si se lo dices a un fan del estilo, se delatará cuando te insulte, amenaze con golpearte y se rasgue sus negras vestiduras.

Como un niñito al que le dicen que su juguete no es tan bueno como cree. Sólo las agrupaciones muy buenas son capaces de trascender un género tan críptico como curioso. Metallica, por ejemplo, desplegó sus celebradas ráfagas de guitarras eléctricas en la antibelicista "One", considerada por la prensa estadounidense como la mejor canción heavy de la historia. El uso brutal de la distorsión era común en el metal californiano, pero ellos fueron capaces de pasarlo de la contracultura a la cultura pop. No por nada sonaba en las radios junto a Guns N' Roses, que alguna vez se fueron de gira juntos.

Los fans, obviamente los odiaron por "vendidos", sin embargo un par de años después Megadeth, Anthrax o Testament comienzan a sonar más accequibles. En esa misma época apareció Nirvana y, aunque obtuvieron recatadas bendiciones de parte de la prensa heavy mundial, su lider Kurt Cobain jamás perdió la oportunidad de reirse de los metaleros. Al igual que Jesus and Mary Chain, los hermanitos escoceses, héroes del indie británico de los '80. Su disco Psychocandy (1985) era un auténtico homenaje al beat y al soul sixtie pero con las guitarras más brutales posibles. Cuando en los '90 fueron invitados a festivales heavys declaraban lo chistoso que era "tocar para puros Beavis and Butt-Heads", en alusión a las descerebradas e intantiles caricaturas de MTV.

Dos:
Sin embargo el heavy metal hace rato que es mayor de edad: este año se cumplen cuarenta de la oficialización del estilo. En efecto, porque 1968 se fundan Led Zeppelin y Black Sabbath, lanza su primer disco Deep Purple (Shades of Deep Purple), Stephenwolf acuña la frase "heavy metal thunder" en su hit de carreteras "Born to be wild" (usado desde la película "Busco mi destino" a la fracasada telenovela nacional "Hippies"), Jimi Hendrix graba "Voodoo child" y los Beatles -el barómetro de todo movimiento musical- lanzan la no menos brutal "Helter skelter".

Antes de eso, el rock duro era patrimonio de las bandas de garage inspiradas por la versión de "Louie Louie" a cargo de The Kingsmen y The Sonics, respuestas americanas a la invasión británica lideradas por los Who, los Animals y los Kinks. El punto de conexión de ambas era el blues y R&B, como se puede comprobar en las cajas de la serie Nuggets del sello Rhino, dedicadas a recopilar bandas garageras de los '60.

Y en Chile, una plaza importante para los músicos de poleras negras. Este sábado toca Deep Purple en el Caupolicán. Iron Maiden lo hace el 9 de marzo y, el sumo pontífice de la oscuridad, Ozzy Osborne el 1 de abril. Una fiesta nuclear para sus fans que también usan la misma ropa.


Tres:
Por alguna razón el blues del delta del Mississippi pegó en los adolescentes ingleses de la postguerra. Quizá porque las miserias cantadas por Muddy Waters o John Lee Hocker, y posteriormente el frenesí del R&B (que después al ser cantado por blancos se llamaría rock and roll), les daban algo de consuelo entre ciudades bombardeadas y dieta de lentejas toda la semana. La primera oleada, lo sabemos, se llamó "british invasion". La lideraron los Beatles e inmediatamente después los Animals comandados por el gran Eric Burdon. Un muchacho tan obesionado con esta música, que fue capaz de decirle a una bluesera: "No entiendo por qué usted nos acusa de apoderarnos del estilo, si usted le robó todo a los músicos negrosde las cárceles".

Sin embargo la segunda oleada privilegió el ruido más que la investigación, y sólo destacaban aquellos que eran capaces de recrear el sonido blues a pesar de los decibeles como Cream, Yardbirds o incluso Small Faces. El resto de la escena conocida como "blues blanco británico" era casi una caricatura. Guitarras a mil por hora, feedback, gritos salvajes, baterías haciendo solos todo el tiempo. Un chiste que Lennon llegó lejos en la canción "Yer Blues" del álbum blanco de los Beatles. Entre líricas suicidas y una exagerada capa de guitarras, Lennon se burlaba del movimiento, sin que nadie se diera cuenta.

En 1968 o te pasabas al country rock como Bob Dylan o The Byrds o te embarcabas en la aventura trazada por Jimi Hendrix de hacer música más extrema. Da lo mismo el origen del término -para algunos está basado en una frase del batero de los Who, Keith Moon, para otros está sacada de una novela de Burroughs- lo sorprendente es como los discos de Deep Purple, Led Zeppelin y Black Sabbath originaron un estilo tan suceptible a la descalificación, incluso más que el reggaetón, que a esta altura ya es reconocido penosamente como "movimiento cultural" legítimo.

Los reggaetoneros no tienen películas que los parodien como la delirante "This is Spinal Tap" (Rob Reiner, 1984) o la más desopilante aun, "Isi y Disi" (2004-06), saga española protagonizada por Santiago Segura, donde dos amantes del "jevi" dan la pelea por el amor de una chica y luego deben organizar un gran concierto rock.

Cuatro:
El autor de "Alta fidelidad", Nick Hornby, se preguntaba en su libro "31 canciones" por qué cuando somos adolescentes nos obsesionamos con el ruido. Como si los solos de guitarras y el exceso de pentatónicas fuera una muestra de virilidad (a pesar de los trajes y peinados de las bandas). Esto lo dice a propósito de un concierto al que se retiró en medio de un solo de batería, se tomó una cerveza y volvió al estadio justo cuando terminaba la muestra de virtuosismo. El periodista de rock, autor de una enciclopedia sobre postpunk, Simon Reynolds es duro: "En los últimos '60 y primeros '70, los grupos ingleses bastardizaron el blues, y sus imitadores americanos bastardizaron su bastardización".

Sin embargo, es innegable que el trío maravilla Zeppelin, Purple y Sabbath supieron vigorizar el blues y volverlo masivo. Un proceso de investigación que más allá de las leyendas negras (muchas veces gestionadas por managers, promotores de rock de estadios y la naciente prensa de rock) generó momentos como el riff de "Smoke on the water", la desesperación idealizada del fin de los '60 en "Whole lotta love" o la adrenalina de "Paranoid". Canciones que sonaron en la radio y obligaron a los fans a escuchar discos no necesariamente amables: las raíces celtas de Zeppelin, los fines arreglos jazz-rock, sinfónicos y barrocos de Purple o la imaginería de película clase B junto a riffs matadores de Sabbath.

Iron Maiden fueron unos inteligentes continuistas de esta herencia, aunque más centrado en Deep Purple, lideraron la new wave of the british heavy metal. ¿Donde estaría el problema? Básicamente en las bandas promedio, enfrascadas en guerrillas por quién era el más bruto de todos. Y sólo los oyentes despiertos -que los hay, ojo- aceptan que el metal sea pop también. Como el fenómeno del disco Roots de Sepultura (1996), un álbum grabado junto a las tribus de Brasil, lleno de guitarras death y percusión afro que tal vez fue el último gran momento del estilo. ¿O acaso el nü metal lo fue?


Cinco:
Sólo las bandas talentosas han sido capaces de avanzar del estadio infantil y empezar a cantar cosas más trascendentes. Pero generalmente ya no eligen en metal. Demostrar en cada riff, solo u oportunidad de virtuosismo lo buenos que son es una lata para cualquiera. Ozzy terminó reconociendo que aprendió todo de los Beatles y que "soñaba con que mi hermana trajera de novio a Paul Mc Cartney, tonterías así". Y se le nota en las estupendas melodías de los años '80, con esas guitarras increíbles del prematuramente fallecido Randy Rhoads.

O los estribillos de las canciones de Iron Maiden. Los Led Zeppelin se reunen y los Deep Purple ofrecen dos conciertos en Chile a estadio lleno. A pesar de las incursiones electrónicas o la brutalidad a niveles de música concreta, no ha pasado nada. Como si salir de casa asustara al tan joven pero tan viejo heavy metal. Sus mundos repletos de dragones, mujeres con look de Lita Ford y cantos a la muerte son un buen somnifero, pero pronto el estilo podría dejar de respirar. Aunque parezca una carícatura.