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El britpop pagó su deuda

Tras años conformándose con descendientes directos y nombres de escaso alcance masivo, los seguidores de la principal corriente británica de los 90 tuvieron ante sus ojos a uno de sus próceres. Desde nuevas veredas musicales, el ex líder de Pulp pagó la deuda del estilo con sus seguidores locales y demostró que existe vida tras su fin.

17 de Marzo de 2008 | 13:10 |
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Jarvis Cocker igual tuvo que enfrentarse contra una audiencia que pagó por una entrada para escuchar a Pulp. Craso error: el concierto era de Jarvis Cocker. No de Pulp.

Cristián Soto L.

Para muchos de los cuatro mil asistentes que llegaron hasta el Teatro Caupolicán, ésta era una verdadera cita con la historia. No con el macro-relato universal de la música, sino con la historia personal de cada uno.

En tiempos en que emos y pokemones dominan el discurso público de estigmatización juvenil, tienden a olvidarse anteriores categorías de identificación estético-musicales. Pero los chicos que encontraron su refugio vital en el britpop existieron por miles a fines de los '90. Y existen aún. Sin embargo, no habían sido especialmente tocados por la fortuna de las visitas ilustres, y debían conformarse con haber visto sobre escenarios locales a artistas con el prestigioso nombre y el escaso alcance de Ian Brown, o a descendientes directos como Placebo.

Eso hasta el sábado, cuando apareció Jarvis Cocker, un hombre que para dicha comunidad es una verdadera deidad: estrella pop resonante, nombre insigne del movimiento, y voz de éxitos planetarios impuestos con Pulp, como "Disco 2000" y "Common people", entre tantos otros.

Una reputación que bastó para asegurar la masiva asistencia de un público particularmente fidelizado, que recibió con entusiasmo la presentación de un disco tan poco difundido como Jarvis (2006), pese a haber comprado los boletos con la esperanza de que Cocker entonara más de algún éxito de su vieja banda.

En ese escenario favorable Cocker optó por apostar. Revisitarse a sí mismo es la vía fácil y Cocker ha decidido no tomarla en esta etapa de su carrera. Así lo dejó en claro apenas pisó suelo chileno, y lo confirmó cuando, pasadas las 23 horas, sonaron los acordes del más rockero corte de su debut solista, "Fat children", seguido de "Don't let him waste your time" y "Heavy weather", un tema de tintes carreteros y emotivos, que se alza como uno de los momentos más altos de ese Jarvis.

Un comienzo más acelerado para un concierto que también se permitió pasajes íntimos, de la mano de canciones como "I will kill again" o la algo más conocida "Big Julie", hasta el cierre con "Starman", el celebrado cover de su principal referente, David Bowie.

Todo eso hizo Jarvis Cocker en cerca de una hora y media, y pudo haber llegado más allá. Algo que no se debe sólo a su reputación ni al magnetismo que sus nuevas composiciones generan en el público, sino también a una noción del espectáculo que no deja margen al aburrimiento.

Cocker no entiende el show en vivo sin una remarcada cuota de teatralidad. Sobre el escenario, el cantante gesticula, se contornea, mueve sus largas extremidades y su estilizada figura de forma quebradiza, regala su cerveza, canta con una bandera de Chile sobre su rostro (no agitándola ni colgándosela al cuello), asoma la cabeza entre los amplificadores, remata en el suelo y se despide con un "chao pescao". Un verdadero "clown", que parece reírse de la imagen más grave que de él proyectan los afiches de Pulp.

Una atmósfera creada por el cantautor, que permitió revestir con elementos festivos a canciones distantes del colorido melancólico del britpop, pero que de todos modos sirvieron para pagar la deuda del estilo con sus seguidores locales. Los mismos que siguen mostrando sus camisas ajustadas y cabellos hacia el rostro en fiestas "Disco 2000", a trece años de Different Class, pero que desde el sábado tienen claro que también existe vida después de la Cool Britania.