EMOLTV

Quince minutos de ovaciones

No es un despropósito decir que este concierto de la Orquesta Filarmónica junto al Coro del Teatro Municipal y los solistas vocales dirigidos por Jan Latham-Koenig, es uno de los más grandes hitos del último tiempo en este escenario. Y posiblemente de toda su historia.

24 de Marzo de 2008 | 12:29 |
imagen

Un concierto que quedará en las páginas más ilustres del Teatro Municipal.

El Mercurio

Un fervor que desde hace mucho tiempo no se vivía en Santiago ocurrió en la primera de las dos presentaciones de la monumental “Sinfonía N° 2 en Do menor” llamada “Resurrección”, de Gustav Mahler. Fue ofrecida como segundo programa de la Temporada 2008 de la Orquesta Filarmónica de Santiago, junto al Coro del Teatro Municipal que dirige Jorge Klastornick y dos solistas, todos bajo la dirección Jan Latham-Koenig.

El nivel alcanzado en esta oportunidad fue tan alto que creemos no equivocarnos al decir que estuvimos ante uno de los mejores conciertos de los últimos tiempos. Los quince minutos de ovaciones lo certifican.

La orquesta en óptimo nivel sonoro y expresivo, un coro que una vez más ratifica su habitual excelencia, dos solistas de primer nivel, y un director que además de dominar la partitura totalmente tiene una concepción unitaria de la música, palpable a lo largo de sus extensos y complejos cinco movimientos.

El aparentemente heterogéneo material que presenta Mahler en su sinfonía puede presentarse como secciones inconexas, destruyendo así la concepción del autor. En este caso ocurrió todo lo contrario, pues Latham-Koenig mantuvo el espíritu unitario, de fraseos coherentes y con constantes y magníficos balances sonoros que favorecieron la interpretación.

Los movimentos rumbo la nueva vida

Esta verdadera aventura se inicia con el extenso primer movimiento “Totenfeier”, que revela toda la imaginería de Mahler como orquestador. No olvidemos que el autor era además director, por lo que conocía a la perfección las posibilidades de la orquesta. Aquí ya fue posible aquilatar la cuidadosa progresión dramática pretendida por el director, que sumada a los fraseos y diálogos perfectos, impactaron por lo expresivos.

Luego del poderoso primer movimiento, las dimensiones sonoras se reducen en el segundo “Andante Moderato”. Entonces resaltó el bello sonido en las cuerdas, tocando en pianissimo en una sutil progresión dinámica envuelta en un carácter íntimo, que se tradujo en un verdadero “canto” instrumental. En este caso, los fraseos tanto como las articulaciones, acentuaron el carácter sereno del movimiento.


El tercer movimiento (“In ruhig fliessender Bewegung”, movimiento tranquilo y fluido), se caracterizó por los contrastes del legatto de las cuerdas en oposición al juguetón tema de las maderas, manteniendo siempre la excelencia sonora y la coherencia estilística.

En el más breve de sus movimientos, “Urlicht” o “Luz Prístina” es en esencia un “lied”. Ahí cantó la mezzosoprano Abigail Nims, quien captó la fuerza enorme que posee este texto perteneciente al “Cuerno Mágico de la juventud” que Mahler trabajara en muchas de sus obras. La hermosa y expresiva voz de Nims realizó un arco perfecto, desde el piano del inicio (“¡Oh, pequeña rosa roja!”) hasta la afirmación de fe de la conclusión (“Provengo de Dios, y regresaré a Dios”).

Y cuando parecían imposibles nuevas cimas llegó el final “En tempo de Scherzo”, en el que participan además el coro y las dos solistas. Aquí los balances fueron perfectos en los forte, y la claridad de los diálogos entre familias instrumentales, fraseos y articulaciones se pusieron al servicio absoluto de la música. La expresión justa fueron parte de las excelencias, el total afiatamiento de la soprano, una extraordinaria Patricia Cifuentes, con Abigail Nims, cuya voz se vio un tanto disminuida en el volumen enorme de la orquestación más el coro, lo que no le restó expresividad ni musicalidad.

El Coro del Teatro Municipal maravilló desde el impresionante pianissimo del inicio, y con el desarrollo dramático posterior que culmina en el impresionante fortissimo del final, mostrando su magnífico estado vocal y de interpretación. En este movimiento es necesario contar con una pequeña orquesta fuera del escenario, a cargo de los mismos músicos, quienes salían y entraban con fluidez luego de su excelente participación.

Todo fluyó hacia un clímax expresivo, que emocionó profundamente a los asistentes, con el texto: “resucitarás, sí, resucitarás corazón mío, en un instante, lo que ha latido te llevará hacia Dios”. Latham-Koenig había conseguido la magia de traducir fielmente el mensaje de Mahler a un público ávido de esta música y que necesitaba de intérpretes como estos para lograrlo. Una de las más grandes páginas escritas en el Teatro Municipal de Santiago.