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Hugo Correa, el escritor que acercó Chile a las estrellas

Considerado por muchos como el padre de la ciencia ficción nacional, el recién fallecido escritor dejó un importante legado literario que las nuevas generaciones, en su mayoría, desconoce.

25 de Marzo de 2008 | 11:29 | Alberto Rojas M., El Mercurio Online

SANTIAGO.- Para muchos, el nombre de Hugo Correa puede no decir nada. Sin embargo, este chileno que falleció el domingo a los 81 años —lejos de los homenajes y el merecido reconocimiento público—, dejó un importante legado literario que a pesar de las décadas todavía parece condenado al anonimato dentro de las fronteras nacionales.


Traducido al francés, inglés, portugués, sueco y alemán, y antologado en Europa y Estados Unidos, Hugo Correa fue de los primeros que se atrevió —a mediados del siglo XX—, a escribir ciencia ficción en un país tan lejano del desarrollo tecnológico mundial como podía ser Chile.


Sin satélites artificiales ni astronautas ni computadoras que ocuparan una cuadra completa, Correa se aventuró en un género que históricamente en Chile ha sido visto como menor.


Lector confeso de Julio Verne, H.G. Wells e Isaac Asimov, pero también de Flash Gordon y otros clásicos del comic estadounidense, Correa publicó en 1959 su novela “Los Altísimos”, que para muchos es un verdadero libro de culto, tanto por su contenido como por lo dificil que hoy es encontrar alguna copia de él.


Esta obra acerca del encuentro entre seres humanos y una inquietante raza alienígena en el futuro, le ganó rápidamente el reconocimiento en América Latina, y más allá. Al punto que este chileno que escribía ciencia ficción dura, recibió el apoyo de una leyenda de la ficción mundial como Ray Bradbury para que publicara en la afamada revista “The Magazine of Fantasy & Science Fiction”.


Luego fue el turno para “El que merodea en la lluvia” (1961), una historia claramente tributaria de los alienígenas de Wells en “La Guerra de los Mundos” o de los demonios inmisericordes que Lovecraft describió en “El color que cayó del cielo”, y que narraba una amenazante invasión extraterrestre en pleno campo chileno.


Le seguirían “Los Títeres” (1969), su compilación de cuentos de robots en medio de una sociedad deshumanizada, que nada tiene que envidiarle a los cuentos de robots de Isaac Asimov; y “Cuando Pilato se opuso” (1971), que incluye viajes a Venus y astronautas a la deriva.


En 1972, con “Los Ojos del Diablo”, Correa regresó a la ya probada combinación de terror y campo chileno, que reeditó en “Donde Acecha la Serpiente” (1988). Hasta que en 1993 pulsó la última tecla con su novela “La Corriente Sumergida”, casi una despedida anticipada de las letras.


Ahora Correa y sus obras se suman a esa lista de escritores nacionales que hoy parecen olvidados por lectores y críticos, como Manuel Rojas, autor de “La Ciudad de los Césares" (1936) y numerosos cuentos, o Hugo Silva, responsable de “Pacha Pulai” (1945), y con quienes Chile tiene todavía una importante deuda pendiente.


La partida de Hugo Correa recuerda y demuestra que Chile es un país rico en ficción, donde hoy nuevos escritores —hombres y mujeres— se están aventurando a imaginar realidades sin límites. Tal vez por eso no cueste mucho creer que en alguna intersección del tiempo y el espacio ya se hayan encontrado Arthur C. Clarke y Hugo Correa para comentar algún buen libro.

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