EMOLTV

Dos coros, una sola gran voz

Aún hay momentos en que la acústica de las cámaras y las salas de conciertos atentan contra el discurso estético. Éste fue uno de ellos.

25 de Marzo de 2008 | 15:49 |
imagen

El Coro de Cámara de la Universidad Católica en su habitat natural: el Campus Oriente, el espacio donde se inauguró la temporada de música sacra 2008.

El Mercurio

Los dos conjuntos corales más importantes de la Universidad Católica de Chile, abrieron la Temporada 2008 de Música Sacra, que se realiza en el Campus Oriente de esa casa de estudios.

Primero, las jóvenes voces del Coro de Estudiantes UC (que dirige Víctor Alarcón), cantaron en primer lugar el “Abendlied Op. 69” de Joseph G. Rheinberger. Con gesto seguro su director guió a estas afinadas voces en formación en una obra de franco romanticismo, donde la progresión dramática no fue tan evidente, no obstante la sección final cantada pianissimo, fue un logro desde todo punto de vista.

Bajo el mando de su director Mauricio Cortés, cantó inmediatamente después el Coro de Cámara UC, conjunto que se ha destacado en el medio nacional, por la seriedad de sus propuestas y preparación. Tres partes de las bellísimas y complejas “Vísperas Op. 37” de Sergei Rachmaninov sirvieron para comprobar una importante evolución en su estilo de canto, que le hace tener un acercamiento muy logrado al estilo de la liturgia ortodoxa.

El pulcro y a veces transparente canto del conjunto dio paso a un sólido y en momentos macizo sonido, propio de los coros de las iglesias rusas. Esto se apreció en “Priidite, Poklonimsya”, pasaje que estimamos lo más logrado. Luego se escuchó “Shestopsalmie” en un fuerte contraste, tanto por su emotividad como por el canto piano pero robusto.

La tercera obra, que alude a la Resurrección de Cristo, es la de mayor dificultad. En su estilo casi antifonal, por su gran exigencia vocal, pensamos que la velocidad impresa por la dirección restó profundidad pero no belleza a la interpretación. Un apronte que pone grandes expectativas en el estreno de la obra completa, que el mismo coro realizará en esta temporada.

Luego ambos coros se unieron a la Orquesta de Cámara UC, para interpretar la hermosa “Heiligemesse” (Misa del Sanctus) de Franz Joseph Haydn, que dirigió el experimentado Jaime Donoso. En este caso, la desfavorable acústica del recinto conspiró en contra del éxito total de la presentación, ya que en todos los números donde el acompañamiento instrumental realiza figuras rápidas, éstas se diluyeron en la acústica provocando desajustes con el coro.

Donoso se vio obligado sólo a concertar sin entrar en exquisiteces interpretativas. Mientras en aquellas partes en que la orquesta o bien dobla al coro o realiza figuras menos complejas, el director pudo actuar de acuerdo a su capacidad musical.

Haydn, que trabaja y exige mucho de las voces, somete sobre todo a las sopranos a grandes exigencias de tesitura, respondiendo el coro solventemente en la mayoría de ellas.

Luego de cierta tensión del “Kyrie”, en el “Gloria” mejoró la coordinación general, por consiguiente también el nivel de interpretación. Roxana Herrera, la soprano primera, destacó en el “Domine Deus” por su bella voz. La tranquilidad del “Qui tollis” permitió encontrarnos con uno de los mejores momentos. Uno precario en lo vocal, en cambio, se vivió en el “Quoniam”, mientras que el sexteto de solistas del “Et incarnatus” se escuchó homogéneo y musical en las voces de Roxana Herrera y María José León sopranos. La contralto Sofía Pollak destacó por su seguridad y hermosa voz, junto al tenor Carlos Moreno (hasta el momento una promesa), y también a las cálidas voces de los barítonos Arturo Jiménez y Andrés Rodríguez.

Otro gran momento ocurrió en el “Cruxifixus” de gran expresión, tanto como en el fluido “Et resurrexit”, que a ratos recuerda el oratorio “La creación” del mismo Haydn.

Con gran tranquilidad se desarrolló el “Agnus Dei”, mostrándonos una musical progresión para culminar con el jubiloso “Dona nobis pacem” que ratifica las bondades de estos conjuntos de la UC. Todo habría sido perfecto de no mediar la acústica, que bien podría mejorarse, al colgar algunas telas a manera de pendones para absorber la excesiva reverberancia de la sala.