No faltan palabras en el título de este disco, pero una es la clave: dialecto. Catupecu Machu es un grupo de rock argentino que en cada nuevo disco más se ha apartado justamente de su entorno de rock argentino, y su sexto trabajo acentúa ese camino. Tal vez no alcance a ser un distinto idioma, pero seguro que es un dialecto propio.
Laberinto de aristas y dialectos es una máquina del tiempo, porque está hecho en dos momentos y de hecho es un CD doble. Uno está grabado en vivo en 2005, antes del grave accidente que interrumpió la carrera del bajista Gabriel Ruiz Díaz, y el otro consiste en canciones inéditas grabadas en 2007, con la conducción del cantante y guitarrista Fernando Ruiz Díaz, su hermano. Es posible que ese drama haya cambiado la vehemencia del álbum previo, El número imperfecto (2004), por cierto tono doliente y hasta lóbrego que atraviesa la voz del cantante aquí y también el sonido actual del grupo.
Catupecu Machu erradicó la electricidad. Piano y guitarra desenchufada: ésa es la dupla base de este disco, y por fuerza resulta un sonido más puro, seco y severo. En las primeras notas de guitarra del CD se oye hasta un eco de zamba, y los arreglos de violín, viola y cello aumentan esa carga acústica tanto en las nuevas canciones como en la grabación de 2005, donde intervienen además invitados como Zeta Bosio, bajista de Soda Stereo. La ambición del grupo se nota en esos arreglos y en los logrados compases irregulares con que escapan de los lugares comunes del rock, pero sobre todo en la presentación de este disco, anunciado como una "obra compuesta por dos capítulos", con números romanos por todas partes y con los nombres de "Tratado de la materia en estudio" y "Registro de la materia en vivo" para cada CD. No dejan de ser buenos juegos de palabras, pero hay un detalle: el contraste con el error ortográfico violento de la frase "incluye seciones (sic) grabadas en vivo en noviembre de MMV" es capaz de tirar por la borda cualquier mística.